domingo, 22 de marzo de 2009

RECUERDOS DEL AYER (4) MISIONES Y CONFESIONES GENERALES

Crux de misiones en Santa Colomba de las Monjas. Años 1915 y 1923

Cruz de misiones de San Miguel del Valle. Año 1967



Confesionario en Brime de Urz



Antiguo confesonario de Grijalba de Vidriales


Durante el tiempo de la Cuaresma solía haber lo que se conocía como ‘las misiones’, y al finalizar éstas se celebraban las ‘confesiones generales’. Todavía se pueden ver en pueblos de esta comarca grandes cruces en las paredes de iglesias o pórticos, indicando días y año de la celebración, así como los padres misioneros que las impartieron. La verdad es que era una época propicia para ello, pues eran días en los que casi todo giraba en torno a la iglesia y era el momento apropiado para que los fieles cumpliesen con la ley eclesiástica obligatoria de “confesar y comulgar una vez al año y, a ser posible por Pascua Florida”.
1.- Había misiones cada tres o cuatro años y duraban varios días. En principio corrían a cargo del clero regular: religiosos franciscanos, dominicos, agustinos u otros. Más adelante los que platicaban y predicaban eran del clero regular: sacerdotes especializados o ya con experiencia en este tipo de actos. Se tratase de unos o de otros, a todos se les llamaba misioneros y misiones lo que ellos realizaban. Solían acudir dos a cada pueblo y entre ellos se repartían las distintas tareas.
Los que más impresionaban a pequeños y mayores eran los frailes ‘de barba’, aplicado y referido este apodo principalmente a los franciscanos. Este era además su principal cometido: hacer o dirigir misiones por los distintos lugares de la geografía española.
A las misiones solía acudir casi todo el pueblo, los mayores y también los niños, que contaban con actos especiales. La iglesia se llenaba de gente que, en silencio y con respeto, escuchaban al misionero las distintas pláticas con las que les instruía sobre la doctrina cristiana y les exhortaba a los actos de virtud. Se hacía un recorrido por la vida y milagros de Cristo, modelo a imitar por y para todos en su propia vida. Además recordaba a sus fieles los deberes u obligaciones del cristiano, así como las prácticas que tenía que realizar para su cumplimiento.
Entre las pláticas o sermones impartidos destacaban los referidos a los Novísimos, no sólo por el tema de que se trata, sino por la forma en que algunos predicadores lo hacían. Su exposición, a veces elevando el tono de voz, originaba muchas veces una auténtica preocupación o, si queremos, remordimiento. Menos mal que pronto habría confesiones generales y se ofrecería a todos la posibilidad de acercarse al confesionario para solicitar clemencia y perdón. El que a este tema se le daba importancia en aquellos tiempos nos lo demuestra la frase conocida y grabada en la memoria de muchos cristianos: “Muerte, juicio, infierno y gloria, ten cristiano en tu memoria”.
Cada día de la misión se celebraba algún acto distinto, para hombres, mujeres o niños, por separado, aunque hubiese actos en común. Además de las pláticas, en las que se recordaban los principios en que se fundamentaba la vida cristiana, revisando los sacramentos, mandamientos, virtudes, etc., se celebraba la misa diaria, y no faltaba el rezo del Rosario, el recorrido del Via Crucis, el Rosario de la Aurora por las calles, catequesis específicas, etc. Eran muy conocidos los cánticos de misiones, en los que todos participaban cuando se celebraban los diversos actos. Algunos decían así: “A misión os llama, / errantes ovejas, / vuestra tierna Madre / la Pastora excelsa”; Venid, fieles cristianos, / a las misiones, / donde Cristo convierte / los corazones”… También se cantaban otros de penitencia como: “Perdón, ¡Oh, Dios mío!...; Perdona a tu pueblo, Señor…; Amante, Jesús mío…; Bendito, bendito…, Véante mis ojos…; Dueño de mi vida…; ¡Oh, buen Jesús!...”etc.
Ya hemos apuntado al principio que, como recuerdo de las misiones, se preparaba en el pueblo una cruz, de madera y casi siempre pintada de negro, en la que figuraba una inscripción, que informaba sobre el pueblo o ciudad, la fecha de la misión, el lugar de la celebración y la congregación o nombres del religioso o religiosos misioneros.
La cruz se colocaba en una de las paredes de la iglesia o en el pórtico de la misma. Todavía se ven cruces de misión, algunas muy antiguas, en muchos pueblos y también en algunas ciudades. Estas cruces son testigos de una época y de una forma de vivir el hecho religioso que, como muchos otros aspectos, pertenece ya al pasado, pero que sirven para recordarlo.
El último día de la misión no faltaba algún acto de convivencia entre todos, que servía para despedir a los misioneros, a los que también se les había recibido de una manera especial, sobre todo en los pueblos.

2.- Al finalizar las misiones, solía celebrarse la Confesión General, seguida de la Comunión. La verdad es que era un momento propicio para ello, pues la información y formación religiosa había sido abundante y los deseos de cumplir con la iglesia se habían acrecentado. Y hasta se deseaba la paz y tranquilidad de espíritu.
Para las confesiones se ponían al servicio de la comunidad de fieles, no sólo el párroco y demás sacerdotes de la localidad, junto con los misioneros, sino que, en caso de necesidad, acudían también sacerdotes de otras parroquias o de pueblos próximos, que ocupaban los confesionarios de la iglesia, e incluso se habilitaban otros más sencillos para ello. Se formaban colas delante de cada uno, de tal modo que el acto se podía demorar mucho tiempo, pues solían acudir todos, aunque siempre había alguna excepción. Y se confesaban como podían y sabían, según lo aprendido en el catecismo (había hasta una fórmula para ello) y lo escuchado durante los días de misiones. El sacerdote ayudaba también haciendo un repaso con el penitente a su vida en relación con mandamientos, sacramentos, etc. Esto hacía que, a pesar de ser varios los confesores, las confesiones se alargasen demasiado, hasta bien entrada la noche, pues comenzaban por la tarde. Los fieles se retiraban a sus casas con gran prudencia, recogimiento y hasta cierto punto temeridad.
Al día siguiente se celebraba la misa con la Comunión General para todos los que se habían confesado y que estuviesen en ayunas desde las doce de la noche anterior, como la iglesia tenía legislado. No se podía ni beber agua, pues se quebrantaba el ayuno y sería necesario confesarse de nuevo. Hasta este punto llegaba la normativa eclesiástica que, lógicamente, no tardaría en desaparecer. Y es que, cono casi todo lo demás en aquellos tiempos, lo de estar en ayunas para ir a comulgar se tomaba muy en serio, lo cual ocasionaba algunos problemas en personas delicadas de salud y que no aguantaban sin comer nada hasta muy avanzada la mañana, si la misa se celebraba tarde. Y menos cuando el calor arreciaba. La Iglesia romana y católica no tardó en aminorar primero y casi suprimir después (hoy solamente se pide una hora) este tipo de ayuno antes de la Comunión.
Hubo un tiempo en el que a todo el que confesaba y comulgaba se le entregaba una cédula o nota escrita en la que constaba que había cumplido con la iglesia en ese año. Otra de las costumbres que no tardó en desaparecer.
3.- También la Cuaresma era tiempo adecuado para los ejercicios espirituales, aunque estos podían realizarse en cualquier otra época del año. Se trataba de pasar unos días de recogimiento asistiendo a charlas y actos religiosos. Se seguían las reglas y orientaciones de San Ignacio de Loyola.
Otra actividad religiosa más propia de seminarios y colegios de religiosos, aunque también se podía organizar e impartir para todos los fieles cristianos era la celebración del retiro mensual. Un día dedicado a la oración y al recogimiento y a pensar en las propuestas y valores religiosos.
Días estos los de la Cuaresma de más rezos, sacrificios, y también de prohibiciones y privaciones, al menos de algunas, sobre todo para los creyentes. Lugares de diversión como bailes, cines, etc. permanecían cerrados durante este período de tiempo. Los jóvenes se dedicaban a pasear o a jugar en la plaza del pueblo hasta el anochecer en que se retiraban a su casa. Y hasta algunos que fumaban dejaban de hacerlo. La verdad es que, si todos esperaban con ganas que llegase la Pascua, mucho más los jóvenes y niños.
Pero los rezos y las vivencias religiosas se acrecentaban todavía más cuando llegaba la Semana Santa, la última semana de la Cuaresma, desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrección. A ello nos referiremos en otro momento.

Publicado en La Voz de Benavente y Comarca el día 7 de Marzo de 2009

domingo, 15 de marzo de 2009

RECUERDOS DEL AYER (3). TIEMPO DE CUARESMA


Ceniza procedente de la quema de los Ramos del año anterior



El Sacerdote imponiendo la ceniza.Iglesia de Santa María del Azogue de Benavente.


Via Crucis. X Estación. Iglesia de Bretocino.

VIII Estación. Uña de Quintana.

Cruces de Via Crucis en una casa de Milles de la Polvorosa

Bula de la Cruzada de una peseta. Año 1954


1.- Con la palabra Cuaresma, del latín quadragesima (cuarenta) se hace referencia a los días de ayuno que pasó Cristo en el desierto antes de comenzar su pasión: “Entonces fue llevado Jesús por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre…”Mat. 4. 1-2.
Era y sigue siendo, aunque de forma distinta, la época del año, o si queremos, el Ciclo Litúrgico en el que lo religioso se vivía con más intensidad. Y casi toda la gente participaba en los diversos actos religiosos.
Comenzaba el Miércoles de Ceniza, día en el que era obligado asistir a misa porque al finalizar la misma tenía lugar la imposición de la ceniza. El sacerdote cogía ceniza en su mano derecha y con ella hacía una cruz sobre la cabeza de los hombres y niños y sobre la frente de las mujeres y niñas al tiempo que decía: Memento, homo/mulier, quia pulvis es et in pulverem reverteris (Acuérdate, hombre o mujer, porque eres polvo y en polvo te has de convertir).
La razón por la que, antiguamente, más que en la actualidad, se imponía la ceniza en la frente a las mujeres y no en la cabeza como a los hombres, tal vez fuese porque ellas solían cubrir su cabeza con un velo o pañuelo, siempre dentro de la iglesia y en muchos casos también fuera de ella. Así no tendrían que quitárselo y volvérselo a poner durante la ceremonia.
La ceniza procedía de quemar los ramos sobrantes, benditos y utilizados el Domingo de Ramos del año anterior. Se decía ‘tomar o recibir la ceniza’. Era frecuente ver por la calle a las mujeres con la señal en su frente. Y todo el mundo recordaba en este día la frase “eres polvo y en polvo te has de convertir”, tomada de la que el sacerdote pronunciaba al imponerla.
2.- Uno de los actos religiosos más importantes durante la Cuaresma era el Via Crucis (Camino de la Cruz) En principio se celebraba todos los días y solía asistir mucha gente. Consistía en ir recorriendo las 14 estaciones, o momentos más importantes de la Pasión de Cristo, representados en cuadros, relieves o dibujos (algunos de gran valor) que estaban colocados en las paredes a lo largo de la iglesia. Y se ponían de rodillas delante de cada estación mientras duraba el rezo con el consiguiente esfuerzo y sacrificio. Pero todo se hacía en aquellos tiempos para mayor gloria de Dios, dominar o vencer las tentaciones y hacer merecimientos o ganar la vida eterna. Así era, en realidad.
El Domingo de Ramos, el día de Viernes Santo, y en algunos pueblos todos los viernes de Cuaresma, el Via Crucis se celebraba por las calles, deteniéndose los asistentes en aquellos lugares en los que previamente se había colocado cruces que representaban las distintas estaciones. Solía terminar el recorrido en alguna ermita, si la había en la localidad, o al menos en un lugar elevado que sirviese para recordar el monte Gólgota.
Durante la celebración, el que lo dirigía leía o hacía un comentario sobre el hecho acontecido en cada estación, se rezaban unas oraciones y entre una y otra se entonaban cánticos de penitencia: Perdona a tu pueblo, Señor….; Perdón, ¡Oh, Dios mío!...; Amante Jesús mío… etc.
En algunos pueblos cantaban un Via Crucis popular antiguo y más tradicional, cuya letra y música se había transmitido por vía oral, aunque posteriormente se dejase constancia del mismo por escrito. En dicho Via Crucis, después de los versos correspondientes a cada estación, el coro, junto con todos los asistentes, cantaban el siguiente estribillo: “Lágrimas de corazón, / de puro dolor lloremos / la muerte del Salvador, / para que todos logremos / los frutos de la Pasión”.
Por entonces se decía, además de Via Crucis, ‘Calvario’, hacer o recorrer el Calvario, palabra ésta relacionada con calvaria-calva (calavera), con la que se quería recordar el lugar en el que Cristo padeció y murió crucificado: el lugar de la calavera (en hebreo Gólgota). Calvario se sigue diciendo o aplicando, en el lenguaje familiar, a aquellas personas que han pasado o pasan por diversos padecimientos.
3.- La llegada de la Cuaresma suponía un cambio, no sólo en las costumbres y vivencias religiosas, sino también en la forma de comer, de vivir y de divertirse. Los 40 días de ayuno de Cristo en el desierto se dejaban sentir entre los ciudadanos de aquella época. La legislación eclesiástica proponía una normativa especial respecto al ayuno y la abstinencia sobre todo durante estos días. Pero sucedió que, con la publicación de la Bula y su compra por parte de las familias, la situación se fue suavizando, hasta llegar el cambio y desaparición total de dicha normativa.
Bula, del latín “Bulla” tenía y sigue teniendo el sentido de privilegio. Es el documento pontificio que lo concedía, expedido por la Santa Sede y con un coste económico. Fueron varios los papas que lo hicieron en relación con el ayuno y la abstinencia, hasta llegar a la época actual, que es una costumbre ya desaparecida y no tenida en cuenta por la iglesia. Pío XII ya comenzó a modificar las concesiones al respecto en el año1949. Y la ordenación dictada por Pablo VI abolió todos los privilegios particulares.
Antes de dicha abolición, en aquellos tiempos, las costumbres alimenticias durante la Cuaresma se veían obligadas a cambiar por culpa de la legislación de la iglesia, que estaba en todo. La gente, en su mayoría, cumplía como si de un mandamiento más de tratase. Y desde el Miércoles de Ceniza hasta el Domingo de Resurrección, al menos los Viernes, se hablaba y se vivía entre ayunos y abstinencias. De hecho para algunos, si no se cumplía, constituía un pecado más, que necesitaba de confesión, lo mismo que otros procedentes de otras leyes o normas dictadas por la iglesia, como no ir a misa, no confesar y comulgar una vez al año, etc.
Durante la Cuaresma se hablaba más de pescado, sobre todo de bacalao y escabeche, que de carne de oveja, cerdo, conejo o liebre, etc. Y ojo con meter en la boca los días de abstinencia chorizo o salchichón, aunque fuese de forma inconsciente, pues podía convertirse el hecho en gran pesar y remordimiento para algunos. También había algunas personas que pasaban de todo esto y, haciendo uso de su libertad y de sus derechos, seguían viviendo de forma normal y sin sentirse afectados por ello.
Que la bula suponía un privilegio nadie lo pone en duda, pues con ella la abstinencia quedaba reservada a los Viernes de Cuaresma, el ayuno al Miércoles de Ceniza, y el ayuno y abstinencia juntos al Viernes Santo y vigilias de la Inmaculada y de la Navidad,
La bula había que comprarla. Tenían distintos precios: 0’50 cm., 1, 5 y 10 pesetas, e incluso de más dinero, pues estaban preparadas, a propósito, para las distintas categorías de ciudadanos, de acuerdo con su riqueza o clase social. Eran los sacerdotes quienes se encargaban de su distribución y venta. La verdad es que ellos conocían mejor que nadie los bienes, riqueza o posibilidades económicas de cada uno de sus feligreses y, por lo tanto, la bula que les tocaba sacar o comprar. La gente comentaba incluso que a este o al otro vecino le correspondía sacar la bula 10 pts., pues sus posibilidades económicas se lo permitían.
Se daba el caso también de familias más necesitadas que no entendían lo de la bula y otros asuntos, porque ellas lo que querían era tener algo para comer, fuese lo que fuese. Pero, en general y para mayor tranquilidad, casi todos sacaban la bula y podían disfrutar de carne si estaba a su alcance en esos días.
Hoy todo ha cambiado, la evolución, el progreso y la normalidad en este aspecto llegó también a la iglesia que a partir del Concilio Vaticano II eliminó e introdujo prácticas nuevas y más positivas para todos.
Por entonces, se escuchaba mucho la frase ‘Comer de Viernes’ (hoy todavía lo dicen algunas personas) y, de hecho, muchas familias así lo hacían y con agrado, pues, al menos por unos días, para la comida prescindían del cocido, alimento casi diario y durante todo el año. Aunque el cambio, a veces, no era mucho, si este cocido bien condimentado, era solamente sustituido por un potaje de garbanzos con arroz y bacalao, y todo ello aliñado no con grasa, sino con aceite. Y para la cena, el que podía comía algún pescado, no muy caro, y con más frecuencia escabeche. En la merienda, cuidado con el chorizo o el jamón con tocino, bastaba el pan con una pastilla de chocolate o algo parecido. Eran otros tiempos, se vivía de otra forma y no otra cosa pretendemos sino recordarlo y contarlo.

Publicado en La Voz de Benavente y Comarca el día 28 de Febrero de 2009

martes, 10 de marzo de 2009

RECUERDOS DEL AYER (2). RELIGIOSIDAD POPULAR

'Ser más malo que Caín'. José Vergara (1725-1799)

'Acordarse de Santa Bárbara cuando truena'. Iglesia de Coomonte de la Vega



'Estar hecho un San Bartolomé'. Retablo de Castrogonzalo.


'Estar hecho un Ecce Homo'. Ermita de La Soledad. Benavente


'Hasta que San Juan baje el dedo'. Iglesia de Bretocino



'Ser un Cirineo'. Representación de la Pasión en Navianos de Valverde. Año 2006

1.- La palabra Dios estaba siempre muy presente en la mente y el recuerdo de casi todos los ciudadanos, principalmente entre los mayores. Se oía con frecuencia en multitud de frases, dichos o expresiones, con mayor o menor acierto. Algunas de ellas siguen utilizándose en la actualidad:
Buenos días nos de Dios, (decían por la mañana, al encontrase vecinos y conocidos).
Que sea lo que Dios quiera, o quiera Dios. (Desconfianza de que algo salga tan bien como uno se lo promete).
Dios te ampare. (Respuesta que solía darse a la llamada de pobres, que pedían, yendo de casa en casa).
A Dios (adiós). (Fórmula de despedida).
¡Ay Dios mío! ¡Ay Dios! (Expresa dolor, susto, lástima).
A la buena de Dios. (Sin artificio ni malicia).
A la de Dios es Cristo. (Inconsideración con que uno obra).
Anda o vete con Dios. (Para despedirse de alguien).
¡Vaya por Dios!. (Conformidad, al sufrir un contratiempo).
¡Bendito sea Dios!. (Puede significar enfado y también contratiempo o alabanza).
Como Dios manda. (Como debe ser).
Dios mediante. (Queriendo Dios).
Dios me perdone. (Al emitir un juicio desfavorable o temerario).
Dios te ayude, o simplemente, Jesús. (Se dice cuando uno estornuda).
¡Dios mío! (Admiración, dolor, extrañeza, sobresalto).
Que venga Dios y lo vea. (Se le invoca como testigo de una injusticia).
Quiera Dios. (Desconfiando de que algo salga bien).
¡Válgame Dios! (Para manifestar el disgusto o sorpresa que nos cuesta algo).
Vaya Usted con Dios. (Para despedir a alguien).
Hay otro grupo de frases, algunas de ellas refranes muy conocidos, que se decían y todavía se dicen en el momento apropiado:
A Dios rogando y con el mazo dando.
Al que madruga Dios le ayuda. (La diligencia y falta de pereza suele tener éxito).
A quien Dios se la de, San Pedro se la bendiga. (Disposición para conformarse con la Providencia),
Dios aprieta, pero no ahoga. (Se aconseja con ello conformidad en las tribulaciones).
Dios los cría y ellos se juntan. (Los semejantes se buscan y amparan unos a otros).
Le ha venido Dios a ver. (Se dice cuando a uno le sucede un caso favorable).
Armarse la de Dios es Cristo. (Gran disputa, riña o quimera)
Que venga Dios y lo vea. (Se le invoca a Dios como testigo de alguna injusticia).
Hay que hacer lo que se pueda y no esperar a que Dios haga milagros.
Que Dios te de salud.
2.- Aunque antiguamente hubiera menos cultura y menos posibilidades de cultivarse, sin embargo no era así desde el punto de vista religioso, debido en gran parte a la educación recibida en la familia, en la escuela y por supuesto en la parroquia, en la iglesia. Y era muy frecuente por parte de los ciudadanos el empleo de expresiones y dichos en los que aparecía algún hecho o personaje de la Biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Y si se empleaba la expresión era precisamente porque se sabía lo que significaba. Vamos a indicar algunas de ellas, que tienen que ver con personajes o escenas bíblicas:
Cuando alguien decía “estar hecho un Adán, estar hecho un Ecce Homo o estar hecho un Judas”, es porque conocía bien lo que significa o lo que hicieron estos personajes; los mismo que cuando se oye: “lavarse las manos como Pilatos, llorar como una Magdalena, pasar las de Caín o ser más malo que Caín, ser como un arca de Noé o tener más paciencia que Job”.
Dentro de los ciclos o fiestas litúrgicas, algunas destacaban más por su celebración, como ocurría con la Pascua. Se notaba también en una mayor abundancia de expresiones:
De Pascuas a Ramos.
Estar más contento que unas Pascuas.
Hacerle a uno la Pascua.
Montar el cirio pascual.
Otras veces los dichos giraban entorno a Cristo:
Armarse la de Dios es Cristo.
Como a un Cristo un par de pistolas.
Donde Cristo dio las tres voces.
Más pasó Cristo por nosotros.
¡Ojo al Cristo, que es de plata!.
Algunos santos y santas ocupaban también su lugar entre las expresiones populares. Muchas personas conocían por la catequesis, los sermones u otros motivos, si no toda, sí algunos aspectos de su vida:
Cantar como los niños de San Ildefonso.
Estar como San Alejo, debajo de la escalera.
Estar hecho un San Bartolomé.
Hasta que San Juan baje el dedo.
Ligero como el ave de San Lucas.
No acordarse de Santa Bárbara hasta que truena.
Santa Ana, antes hoy que mañana.
Santo Tomás, una y nada más.
Si sale con barbas, San Antón y si no la Purísima Concepción.
Tener el baile de San Vito.
Tener más correa que San Agustín.
Y otras muchas más, que tienen que ver con algún santo o basadas en algún hecho bíblico o religioso, que se supone conocido por aquellos que las utilizan:
Adorar el becerro.
¡Dios nos ampare!, si Herodes y Pilatos se hacen compadres.
El tiempo de las vacas gordas.
La Biblia en verso.
La burra de Balaam.
Más viejo que Matusalem.
Otro gallo le cantara.
Ser más malo que Barrabás.
Armarse un belén.
Írsele a uno el santo al cielo.
Tener bula.
Meter cizaña.
Parecer un cartujo.
Estar hecho un Adán.
Ser más malo que Barrabás.
Ser un calvario.
Ser un cirineo.

Nadie pone en duda que, antiguamente, debido a la formación recibida, los conocimientos relacionados con la Historia Sagrada, la Biblia y la Religión en general, fueron positivos, pues permitían, y permiten a las personas que vivieron en aquella época, entender mejor el léxico, las frases, dichos o refranes, que hemos citado, como también reconocer, distinguir y valorar los cuadros, imágenes, esculturas o grabados de santos o de escenas bíblicas y religiosas en general. No obstante, hoy existen otros muchos medios que, con gran facilidad, pueden ayudar y acercar a los ciudadanos a dichos conocimientos.


Publicado en La Voz de Benavente y Comarca el dia 7 de Febrero de 2009

viernes, 6 de marzo de 2009

RECUERDOS DEL AYER. RELIGIOSIDAD POPULAR. Iglesia y Cruz

Benigno, el sacrsitán de Colinas de Transmonte, con el apagavelas


Cepillo de ánimas de la iglesia de Pozuelo de Vidriales



La señora Emérita en su reclinatorio en la iglesia de Villaveza del Agua


Mujeres santiguándose al entrar en la iglesia de Micereces de Tera



Pila de agua bendita en la iglesia de San Cristobal de Entreviñas

1.-En relación con la IGLESIA eran muchas y llamativas las costumbres, si se compara con la época en que vivimos. Casi todos los sacerdotes contaban en su parroquia con un sacristán, oficio este por el que se recibía un pequeño sueldo. La verdad es que ayudaba al cura en las tareas y le sustituía en todas aquellas que podía, según la normativa existente, aunque eran menos que las permitidas después de la celebración del Concilio Vaticano II.
Lo mismo pasaba con los monaguillos, cargo también remunerado y con propinas, por el que pasaban muchos niños del pueblo. Pero tenían que prepararse para ello en la catequesis y en la escuela. Y hasta existían pequeños manuales: “Para ayudar a misa”, “Breve misal del monaguillo”, etc., que les servían para completar o perfeccionar su aprendizaje.
Sacristán y monaguillos tenían que saber hasta latín, pues lo tenían que utilizar para cumplir bien con su función, ayudar en la misa, y en las demás oraciones y cánticos de la iglesia, ya que era su lengua oficial. Pero incluso los demás fieles asistentes a los actos conocían la lengua de tanto oír o escuchar al cura, sacristán y monaguillos. La verdad es que el latín se utilizaba de una forma incorrecta en muchas ocasiones, pronunciándolo mal, de forma ininteligible y sin saber lo que se decía por parte de casi todos.
También el sacristán o alguno de los monaguillos eran los encargados de pasar el cepillo o limosnero a la hora el ofertorio en la misa del domingo o días festivos. Los cepillos eran normalmente pequeñas cajas de madera, con cerradura y con una abertura en la parte de arriba, para introducir las monedas, algunos incluso estaban decorados. Podía haber cepillos fijos, algunos de hierro, delante del altar o de la imagen del santo para el que se pedía el donativo.
En las procesiones sacramentales, o con motivo de cualquier fiesta de alguna virgen o de algún santo o santa, siempre había feligreses dispuestos a llevar el palio, las cruces, estandartes etc., o a cargar sobre sus hombros con las andas. (en la actualidad se da el caso de no poder salir el santo en procesión por no tener quien lo lleve). Y, cosa curiosa, las mujeres solían llevar las andas con las vírgenes y las santas, mientras los hombres se cargaban con los santos y con las imágenes de Cristo Crucificado. Si en algún lugar salía el Niño Jesús o alguna imagen de menor tamaño, eran casi siempre los niños quienes se encargaban de llevarla. Costumbres y tradiciones que aún perduran en algunos lugares.
Al entrar en la iglesia todos tomaban agua bendita y se santiguaban. Y cada uno se colocaba en su lugar, las mujeres y niños adelante y los hombres en la parte de atrás. Los que más cerca del altar solían estar eran los niños. Antiguamente la iglesia estaba llena de reclinatorios que ocupaban las mujeres, algunos de más elegancia y mejor calidad que otros. Muchos tenían inscrito el nombre de su propietaria. Si la iglesia no disponía de algún banco para sentarse, los hombres, en la parte de atrás o en el coro, estaban de pie durante la celebración de los diversos actos religiosos. En aquellos tiempos el sacerdote celebraba la misa de espaldas al pueblo.
Las iglesias se llenaban de fieles, al menos los domingos y días festivos, para asistir a la Santa Misa. Y eran muchos también los que no se perdían el Rosario, que, por cierto, se rezaba todos los días por la tarde. Pero el domingo se hacía de forma más solemne, en algunos pueblos a veces en procesión por la calle y cantando, al menos alguno de los misterios de ese día. Porque los Misterios del Rosario son tres: Gozosos (lunes y jueves), Dolorosos (martes y viernes) y Gloriosos (miércoles, sábados y domingos).
Durante la Cuaresma las prácticas religiosas aumentaban: se cubrían con telas apropiadas las imágenes que había en la iglesia y así estaban hasta que Cristo hubiera resucitado; era una época de más rezos y más penitencia, hasta el punto de que, en algunos lugares, se celebraban misiones y confesiones generales; y también era una época de ayunos y abstinencias, ayunos y abstinencias que se aminoraban en parte si se compraba la Bula, documento pontificio que lo regulaba. Por otra parte, la Semana Santa se vivía aún más intensamente. Transcurría ente calvarios y misereres, tinieblas, procesiones y oficios litúrgicos solemnes durante casi todos los días, hasta llegar la Pascua de Resurrección en que toda cambiará, pues a la misa de gloria y los encuentros seguirán las glorias, aleluyas y felicitaciones que terminarán en fiesta lúdica y por supuesto gastronómica. De todo esto escribiremos en otra ocasión.
2.-Uno de los actos en los que más se advertía la vivencia religiosa era en la utilización y uso de la señal de la CRUZ, que para eso es la señal del cristiano, como muy bien decía el catecismo, fuese el del Padre Astete o cualquier otro de los que se estudiaban en aquellos años. En cualquiera de ellos se leía lo siguiente en la misma introducción:
Todo fiel cristiano
Está muy obligado
A tener devoción
A la Santa Cruz
De Cristo nuestra luz,
Pues en Ella quiso morir
Por nos redimir
De nuestros pecados…
Y más adelante, en el capítulo sobre la señal del cristiano (la Santa Cruz), después de explicar la distinción entre signarse (hacer tres cruces) y santiguarse (hacer una sola cruz) dice que había que santiguarse “siempre que comenzáremos alguna obra buena o nos viéremos en alguna necesidad, tentación o peligro, y principalmente al levantarnos de la cama, al salir de casa, al entrar en la iglesia, al comer y al dormir”. La verdad es que todos sabían lo que había que hacer, pues se les había inculcado desde niños. En general, se cumplía con ello. Eran otros tiempos.
Y la cruz, además de significar y ser símbolo de paciencia, sufrimiento y desgracia, también se la tenía y era consideraba como protección, ayuda y salvación. Por eso se escribía, dibujaba o se hacía su señal en muchos otros momentos, o se la llevaba como adorno o amuleto. He aquí algunos de esos momentos:
-En muchas panaderías, ponían un sello con la cruz sobre cada uno de los panes antes de cocerlos en el horno. Lo mismo hacían sobre la masa, con la que preparaban dulces populares como mariquitas, sequillos, pastas, etc., para que esponjase bien.
-Una vez preparadas las chichas para hacer los chorizos, una mujer hacía con sus dedos el signo de la cruz sobre ellas, para evitar que se estropeasen.
-En algunos lugares solían introducir también una cruz o una medalla de plata en la cazuela donde se cocían setas. Si la cruz o la medalla ennegrecían se pensaba que no eran comestibles.
-Antes de comenzar las clases en las escuelas, institutos y colegios se santiguaban todos y se rezaba una oración.
-Al comienzo de una carta, y encima de la localidad y la fecha, se dibujaba una cruz y el anagrama de Cristo JHS. Era la señal que demostraba que quien la escribía era cristiano.
-También se colocaba una cruz + detrás del nombre de uno que ya hubiese fallecido, cuando se hacía una lista con la relación de socios de alguna cofradía, asociación o cualquier otro grupo.
-A partir del siglo XVII fueron muchas las cofradías existentes, dedicadas a la Cruz, en las que, lógicamente, el símbolo principal era la misma Cruz, con o sin Cristo crucificado: La Vera Cruz, La Santa Cruz, La Cruz, etc. En las varas o garrotes de dichas cofradías figuraba también la cruz, e incluso en algunas todos los cofrades tenían la obligación de llevar el crucifijo colgado sobre su pecho al menos el día de la celebración de la fiesta.

Publicado en La Voz de Benavente y Comarca el día 17 de Enero de 2009

jueves, 5 de marzo de 2009

Reportajes en La Voz de Benavente y Comarca en el mes de Febrero de 2009

7 de Febrero.- Recuerdos del ayer (III). Religiosidad popular: Dios y dichos religiosos
14 “ .- Artesanía de jubilados. Porfirio Butrón de Bretó de la Ribera
21 “ .- Artesanía de jubilados. José Luis Zanfaño de Benavente
28 “ .- Recuerdos del ayer. (IV). Tiempo de Cuaresma: La Ceniza y el ayuno