martes, 27 de octubre de 2009

ALDABAS O LLAMADORES EN LOS VALLES DE BENAVENTE

Llamador en puerta trasera con clavos . Santovenia del Esla

Aldaba en Vecilla de la Polvorosa

Granucillo de Vidriales


Granucillo de Vidriales

San Pedro la Viña



Benavente. Calle de los Herreros


Benavente. Calle Carbajés

Benavente. Llamador en el Hospital de la Piedad


Con la palabra aldaba, de origen árabe (al-dabba) quiero referirme a la pieza de hierro, bronce, aluminio u otro metal que se colocaba (y se coloca, aunque ya menos) en las puertas para llamar, golpeándolas con ella. En muchas partes de España se utiliza más la palabra llamador para designar a la antiguas aldabas.
Aunque su origen e implantación se debe a los árabes (las colocaban en sus puertas) posteriormente se siguieron utilizando, siendo muy abundantes en la Edad Media y también durante el Renacimiento. Las primeras eran una especie de pequeños martillos suspendidos de las hojas de las puertas por la parte exterior. Una forma también muy antigua eran las argollas de hierro unidas a una cabeza de bronce. Se golpeaba con ellas sobre un clavo bastante grueso.
Se conservan importantes ejemplos de aldabas de indudable valor artístico, ornamental e histórico en palacios, casas señoriales e incluso iglesias. Se pueden ver principalmente en aquellas ciudades y pueblos que conservan en su casco histórico este tipo de edificios. Concretamente en Benavente destacan por su valor artístico los dos llamadores que hay en la puerta principal del Hospital de la Piedad, edificio que fue declarado BIC (Bien de Interés Cultural) no hace muchos años. La puerta es de madera y está decorada con clavos de hierro y los dos llamadores son del mismo metal. En dichos llamadores se ha dicho que están representados San Pedro que guarda la puerta y Santiago que recibe a los peregrinos. En la misma ciudad hay algunas otras casas antiguas que conservan llamadores más sencillos y había muchas otras que los tenían pero han sido destruidas.
Expresiones o dichos como “a tal casa tal aldaba” o “tener buenas aldabas” nos indican que este objeto era una señal de riqueza y ostentación. Se distinguían por los materiales con los que estaban elaboradas y también por la decoración o adornos que los forjadores realizaban en ellas. Las familias, de quienes se decía o a quienes se aplicaban los refranes, solían gozar de buena posición económica. Las aldabas daban también importancia a la ciudad y enriquecían sus casas.
En Castilla y León, lo mismo que en otras regiones, la aldaba ha estado presente, hasta hace no mucho tiempo en las puertas de madera de las casas, principalmente en las poblaciones rurales. La destrucción de estas casas antiguas de adobe o tapial y con puertas de madera, y la construcción de nuevas viviendas de ladrillo, hormigón, y con puertas y ventanas de hierro o aluminio, ha hecho que las antiguas y variadas aldabas o llamadores se hayan sustituido por los telefonillos o por timbres eléctricos más funcionales.
Se conservan todavía llamadores en algunos pueblos de los Valles, sobre todo en casas de arquitectura tradicional, como he dicho anteriormente. En Granucillo de Vidriales hemos visto más de quince, en general con la forma de puño, (la mano cogiendo una bola), aunque también haya alguno distinto. Hay aldabas circulares y de otras formas, que se dicen de tirador, pues sirven incluso para cerrar las puertas.
Ocurre además que algunos vecinos han remodelado o restaurado su casa antigua, de tapial o adobe, y han respetado la puerta y el llamador, que sigue allí ejerciendo su función, para quien lo desee, junto a los timbres y otros artilugios técnicos más modernos.
Por el material, el hierro, la forma y los adornos que casi todos los puños (llamadores) de Granucillo tienen, parecen haber sido fabricados por un mismo herrero artesano, que residía en la localidad o en alguno de los pueblos cercanos.
También los hemos visto, aunque en menor número, en otros pueblos como Vecilla de la Polvorosa, San Pedro de la Viña, Grijalba, Granucillo de Vidriales, Villeferrueña, Santovenia del Esla, etc.
Y no solamente se ven de puño, con más o menos adornos, (grabados o relieves con anillos en los dedos y pulseras en la muñeca), sino que también hay llamadores con otras formas y otros materiales. Y aunque no son tan valiosos ni tan artísticos, sí desempeñaron y desempeñan su función.
No me resisto a citar aquí a Frigiliana, un pueblo de la provincia de Málaga en la comarca de Las Alpujarras. Resulta que las puertas de casi todas sus casas, blancas y de planta baja, tenían llamador, en general de puño, de hierro o bronce, con variedad de anillos, pulseras u otra decoración. También los había de otras formas. Y era un atractivo más para los numerosos visitantes que cada día se acercan al pueblo. Además los cuidan y mantienen limpios lo mismo que las casas, calles o plazas.
Antiguamente en casi todas las puertas de arquitectura rural y tradicional no faltaba la aldaba lo mimo que la cerradura, la manija, el cerrojo e incluso la mirilla o la gatera. Cada parte o elemento tenía su función.
Muchas se han perdido con el paso del tiempo. Algunas han sido arrancadas de las puertas al destruir las casas y abandonadas después, por desconocer su valor histórico o tradicional. En la actualidad los llamadores ya no son funcionales. Se instalan algunos en casas más como elemento decorativo y siempre al lado de los nuevos instrumentos de los que nos servimos para llamar o avisar, como los telefonillos, los porteros automáticos o los timbres eléctricos.
Pero no tenemos que olvidarnos de ellos, pues fueron muchas las veces que los utilizamos al acercarnos a cualquier casa de amigos o conocidos. Era normal golpear la puerta, aunque a veces los golpes fuesen excesivos y causasen molestia a los que habitaban la casa. “Suena y resuena la aldaba” decía A. Nervo. Y es que eran otras las costumbres y otra la forma de comportarse y actuar en la vida diaria.
La palabra aldaba tiene además otros usos muy generalizados por estas tierras. El que se refiere y designa la pieza de hierro en forma de argolla que se fija en la fachada de las casas para atar a los animales y otro (también conocido como aldabilla) que es la pieza de hierro en forma de gancho que, entrando en una hembrilla, sirve para cerrar puertas y ventanas. “Echa la aldabilla, para que no ente nadie” se dice con frecuencia.
Hoy he querido escribir sobre “esas piezas de metal que se ponen en las puertas para llamar dando golpes”, los llamadores, conocidos y denominados también, según los lugares, aldabas, aldabones o picaportes. Podemos afirmar que son piezas en proceso de extinción o desaparición, incluso en los más pequeños pueblos o aldeas. Y en parte es porque ocurre que también van desapareciendo, o no se utilizan, las puertas de madera en las que se apoyaban o colocaban. Que lo escrito sirva, sino para conocimiento, al menos para el recuerdo y la memoria de todos los que vivieron en el pasado, cuando todavía se utilizaban con frecuencia los llamadores.

(Publicado en La Voz de Benavente y Comarca el día 25 de Octubre de 2009)