jueves, 30 de septiembre de 2010

Veletas.


Veleta en una casa de Santa Colomba d elas Carabias.

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En una casa de campo cerca de Milles de la Polvorosa.
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Veleta bajo cruz en la torre de Milles de la Polvorosa.
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En la Espadaña de la iglesia de san Miguel del Esla.
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En Maire de Castroponce en lo alto de la Espadaña de la iglesia.
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Sobre el tejado de una casa en Maire de Casttroponce.
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Veleta sobre el pináculo del tejado en el edificio de Correos de Benavente.
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En el tejado de la antigua Casa Rodriguez, en la actualidad Ayuntamiento de Benavente.
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Veleta sobre el tejado de la Casa Donci de Benavente.
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Veleta tiene que ver con vela, pero ahora todos entendemos que se trata de una placa metálica ligera y de forma variada y variable, giratoria sobre un eje vertical, que se coloca o que está colocada en lo alto de un edificio para medir y saber la dirección del viento. Las veletas tienen que ver con la meteorología. Originariamente eran banderines y después banderas las que mostraban la dirección del viento.
La más antigua veleta documentada tal vez sea la que, en honor del dios Tritón, que en ella figuraba, adornó la Torre de los Vientos de Atenas y que fue construida en el año 48 a. C. por el astrónomo Andronicus. Tanto en Grecia como en la Roma precristiana las veletas aludían siempre a los dioses de los Vientos, como Boreas, Eolo o al mensajero de los dioses Hermes (Mercurio) y se colocaban siempre en las villas y otros edificios importantes.
Pero fue en el siglo IX cuando el Papa de la Iglesia Católica decretó que en todas las iglesias y catedrales de Europa se debía colocar un gallo en su torre o aguja, para recordar, o como recordatorio de la profecía o palabras de Jesús a San Pedro cuando le dijo. "Que el gallo no cantaría después de la cena hasta que el discípulo Pedro negara que le conocía, por tres veces" (Luc. 22-34).
Por eso las veletas con gallos se ven con frecuencia en las aguja y torres de las iglesias de Europa y después de América. Algunas son muy famosas y conocidas como el Gallo de San Isidoro de León o el de la torre de la Catedral vieja de Salamanca, etc.
De las torres de iglesias y catedrales pasaron a colocarse en otros edificios públicos o privados y de mayor o menor categoría, convirtiéndose y formando parte, como un elemento más, en la decoración de los mismos, aunque estén sobre los tejados.
Y no solamente aparecerá en ellos el gallo, sino otros muchos animales: caballos, patos, águilas, peces, palomas, etc., junto a otros motivos o escenas relacionadas con la agricultura: carros, arados y otras herramientas; o con la historia, la vida diaria e incluso con las mismas personas propietarias de los edificios en los que están instaladas: sus escudos y emblemas, logotipos, etc.
Muchas de las veletas que se conservan y se pueden ver en las torres de iglesias y ermitas o en otros edificios en los pueblos de los Valles de Benavente fueron fabricadas en las herrerías locales, por los antiguos herreros, artesanos como nadie por su trabajo y el resultado del mismo. Lo mismo que hacían cerraduras y llaves, trébedes o tenazas, etc. hacían también veletas, a su modo, y eligiendo el motivo que les parecía oportuno. Nos puede servir de ejemplo la veleta de Maire de Castroponce, colocada en la cumbre de un edificio próximo a la iglesia, que fue hecha por un herrero de la localidad hace más de 150 años. Con un motivo agrícola muy adecuado para el lugar y las gentes que lo habitan
Otra que mostramos en la fotografía es la que se encuentra en la conocida como Casa Donci de Benavente instalada cuando se construyo el edificio y que tiene como símbolo la media luna, al estilo de la vivienda.
Sobre la iglesias y ermitas son abundantes y algunas de hierro duro y forjado para aguantar oxidaciones y lo demás.
Todas o casi todas las veletas populares están hechas, como he dicho anteriormente, al estilo de la vieja herrería, sin ahorrar trabajo ni material, como solían y suelen hacer los buenos artesanos, acostumbrados a hacer las cosas para siempre y sin que tengan necesidad de mantenimiento. Usan el hierro macizo para la base de la veleta y la chapa para la silueta de la misma. En ocasiones se utilizan otros materiales más o menos costosos como el cobre y el bronce.
Las veletas están pintadas, de ordinario, de color negro, que es el que más destaca al contrastar en las alturas con el color del cielo.
Las partes de que consta una veleta son el pie de sujeción con la base y una mástil más o menos alto. Luego están la cruceta con los puntos cardenales y la silueta, que puede ser de mayor o menor altura y anchura, según el tema o motivo representado.
Algunas veletas existentes en España han adquirido fama y por ello son muy conocidas. Es el caso de las Giraldillas de Escamilla y Arbebeta en la provincia de Guadalajara y muchas otras. Sobre la primera se ha compuesto una tercerilla, para atraer al turismo, que dice:
Tres cosas tiene Escamilla
Que no las tiene otra villa
La plaza, la fuente y la Giraldilla.

Y a la segunda se le llama el Mambrú de Arbebeta porque tiene figura de Hidalgo Caballero.
También en nuestra Comunidad destacan, como he dicho, el Gallo de San Isidoro de León, con gran historia y tradición, la torre y veleta del Gallo de la catedral vieja de Salamanca, el Pero Mato de la catedral de Astorga y otras. Relacionado con este último, existe el siguiente dicho, muy usado en la ciudad: Ya se ha vuelto Pedro Mato, aplicado a alguien cuando, sin razones que lo justifiquen, cambia repentinamente de actitud en cualquier cosa.
Y es que también se aplica o se llama veleta o veletas a aquellas personas volubles, inconstantes y mudables de opinión, por cualquier cosa y en cualquier momento. Ojalá que esto no ocurra con los que nos gobiernan o administran, encargados de la atención de todos los ciudadanos.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Exvotos.


Exvotos de cera y otros en la ermita de la Virgen del Carmen de Navianos de Valverde.

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Exvoto de cera sobre una columna del retablo. Ermita de san Isidro de Quintanilla de Urz.
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Cuadro-exvoto en la ermita de Nuestra Señora de Agavanzal. Olleros de Tera.
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Pintura-exvotvo en la ermita de Ntra. Sra. de Agavanzal, que recuerda una curación. Olleros de Tera.
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Otro cuadro-exvoto en Olleros de Tera. Ermita de Agavanazal.
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Exvotos en la ermita de san Mamés de Ayoó de Vidriales.
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Una curación de san Mamés. Ermita de Ayoó de Vidriales.
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Varios exvotos de cera. Ermita del Cristo de la Vera Cruz de Sitrama de Tera.
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Cuadro que recuerda una curación de la Virgen de las Encinas. Ermita de Abraveses de Tera.
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Pinturas-exvotos en la ermita de la Virgen de la Vega. Cimanes de la Vega.
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El milagro del carro de par. Exvoto en la Ermita de Cimanes de la Vega.
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Del latín ex voto (a consecuencia o con motivo de un voto o promesa) esta palabra indica la ofrenda que se hace a la divinidad y también a los santos y vírgenes como señal de un beneficio recibido.
Esta costumbre popular es universalmente conocida y practicada en todas las religiones, de formas muy diversas, desde la más remota antigüedad.
En la Grecia clásica era Asclepio (Esculapio), dios de la medicina y a cuyo santuario acudían los enfermos en busca de curación, a quien más exvotos le dedicaban por medio de reproducciones en oro, plata o mármol de las partes enfermas y supuestamente sanadas. Se dejaba constancia de las curaciones en estelas colocadas también en el interior del santuario.
Y en Roma ocurría lo mismo. Uno de los dioses que cuenta con numerosas reproducciones de los órganos sexuales era Príapo, ofrecidas por aquellos que padecían enfermedades venéreas y que acudían a él para su curación.
En países cristianos como España, Italia, Francia y otros de Hispanoamérica ha perdurado hasta la actualidad, aunque en menor grado, la costumbre de ofrecer también exvotos a la divinidad y a las vírgenes y santos más diversos. Concretamente en España se conservan algunos del siglo XIV y son ya muy abundantes a partir del siglo XVII, sobre todo en santuarios considerados especialmente milagrosos.
Los exvotos populares son muy variados. Los marinos u ofrecidos con motivo de un naufragio consisten en pequeños remos, diminutas reproducciones de una embarcación, cualquier objetos relacionado con el agua o el mar, etc.
Hay exvotos de piedra, de bronce, de madera, de cera, etc. Otros son reproducciones en miniatura de vehículos o partes del mismo, objetos utilizados por el enfermo o alguno de sus miembros, o cualquier tipo de cosas que sirvan para indicar o mostrar el hecho desafortunado del que se ha recuperado milagrosamente.
Suele ocurrir que los cojos ofrecen muletas y los demás enfermos reproducciones en cera, plata, a veces oro, u otro material de la parte enferma milagrosamente sanada (ojos, piernas, brazos).
Una de las formas más ingenuas pero más sinceras de manifestar este arte popular del exvoto es la que consiste en una tablilla, pintada o dibujada, en la que se plasma la historia del milagro. Además de las imágenes del lugar y los protagonistas se describe el hecho milagroso acontecido.
Los exvotos se encuentran sobre todo en las ermitas o humilladeros. También se ven en algunas iglesias junto al santo o virgen y en el altar a ellos dedicado. En la actualidad y en algunos lugares los tienen en la sacristía, pues, en realidad, es una tradición cristiana más del pasado que del presente.
Se ofrecen más a aquellas vírgenes de mayor devoción y a cuyas ermitas se acude en romería. También a los santos más populares y que tienen encomendada una mayor atención a los hombres, a los animales, al campo, etc., como San Blas, San Roque, San Isidro, etc.
En esta comarca de los Valles de Benavente nos encontramos también con muchos y variados exvotos apoyados sobre las paredes o columnas, junto a los retablos y no lejos del altar, en armarios o colocados sobre alguna mesa. Son testigos de creencias en las vírgenes o santos a quienes están dedicados y como muestra de agradecimiento por el favor recibido.
Las ermitas más antiguas y más importantes como centro de peregrinación y de culto tienen más cantidad, como las de el Carmen de Navianos de Valverde, la Virgen de la Vega de Cimanes, la Virgen de Agavanzal de Olleros de Tera, la Virgen de las Encinas de Abraveses de Tera, etc. Otras, aunque menos, merecen también ser citadas: el Cristo de la Vera Cruz de Sitrama de Tera, San Mamés en Ayoó de Vidriales, San Isidro de Quintanilla de Urz, etc.
Algunos exvotos antiguos son verdaderas obras de arte y merece la pena que se conserven como testimonio de una época y de una tradición.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Púlpitos.


Púlpito de la iglesia de santa María del Azogue de Benavente.

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Iglesia de San Juan del Mercado de Benavente.
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Pequeño púlpito, construido junto a la pared. en la iglesia-ermita de Lordemanos.
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Púlpito de piedra en Milles de la Polvorosa.
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Púlpito de gran valor artístico en la iglesia de Bercianos de Vidriales.
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Púlpito, de madera y con pinturas, en Bretó de la Ribera.
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El antiguo púlpito en la iglesia de santa Marta de Tera.
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Pequeño púlpito en la iglesia de Olleros de Tera.
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Del latín pulpitum, llamamos así a la plataforma, con antepecho o pretil y tornavoz o sombrero, que hay en muchas iglesias, antes más que ahora, para predicar desde ella, o cantar la epístola, el evangelio, etc.
Comenzaron a construirse a partir del siglo XVI, aislados, en el centro de la iglesia y adosados a un pilar de la nave principal o a uno de los lados. Y se accedía a ellos a través de una escalera exterior o bien practicada en el grueso de la construcción.
En las iglesias primitivas no existían púlpitos. Predicaban desde la sede o cátedra, sobre todo los obispos. Fue a partir del silo III cuando los lectores desempeñaban su función desde un estrado denominado ambón o también púlpito. Estos ambones estaban situados a la entrada del presbiterio, a ambos lados del altar mayor.
El uso de los púlpitos en la iglesia de Roma fue general hasta la reforma del Concilio Vaticano II. En la actualidad utilizan más, y casi siempre, los primitivos estrados o ambones colocados a los lados del presbiterio. O predican, leen o informan a los fieles desde atriles colocados en dicho lugar. No ocurre así en otras confesiones religiosas como el islam en donde siguen utilizando el mimbar, parecido al púlpito cristiano. Desde este lugar el imán, o quien ejerza sus funciones, dirige la oración de los viernes y lee el Corán.
En muchas iglesias y ermitas construidas antes del siglo XVI también se construyeron púlpitos, aunque en época posterior, pues era necesario y obligado hacerlo para la predicación. Así ocurrió en las de Santa María del Azogue y San Juan del Mercado de Benavente y en algunas otras de esta comarca. Se trata de iglesias de estilo románico o gótico en las que el púlpito responde lógicamente a otro estilo que el de ellas. Concretamente el de Santa. María data de 1752 y destaca por el tornavoz que tiene forma de cúpula bizantina de base octogonal barrocamente decorada. La cúpula sirve de peana a una imagen que representa la Fe y su parte inferior se decora con una pintura en la que está representado el Espíritu Santo. En el de San Juan lo más notable es también la decoración de su tornavoz, en su parte inferior, en la que, sobre un fondo azul con nubes, destaca un relieve con la cruz de Malta, con la Cruz de San Andrés encolada, y sobre un círculo rojo. Sobre ella una corona real. El conjunto está sostenido, en lo alto, por dos leones rampantes.
En los pueblos de los Valles de Benavente la mayor parte de las iglesias se construyeron a partir de los siglos XVII y XVIII, por lo que cuentan o contaban con púlpito. Casi todos son de madera policromada, como el de Bretó, el de San Miguel del Valle y otros; además algunos tienen decoración en relieve y columnas de adorno como ocurre con el de Bercianos de Vidriales, asentado sobre una columna de piedra; los de Santa María del Azogue y San Juan del Mercado son de barras de hierro pintadas, pero su escalera es de piedra.
De piedra es el púlpito de Milles de la Polvorosa y la columna sobre la que se apoya. Su tornavoz, de madera, nos hace pensar en la procedencia del mismo de otro lugar y que en la iglesia hubiera anteriormente uno de madera.
El empleo del ladrillo y cemento se aprecia en el de la iglesia-ermita de Lordemanos. Además está adosado a la pared de la misma, tanto él como la escalera de acceso. Es una muestra de originalidad, tanto en su construcción como en la pintura con la que lo han revestido.
Casi todos tienen tornavoz cuya finalidad y función es la de que el sonido se oiga mejor. Está colocado en la parte superior, sobre la misma cabeza del predicador. Suele estar hecho del mismo material que el resto del púlpito y en su parte baja y en el centro no falta, pintada o en relieve, la figura de la paloma como símbolo del Espíritu Santo. Es precisamente él quien inspira al predicador y quien guía y orienta a la iglesia. Hay que destacar, por su elegancia, el tornavoz de las iglesias Santa María del Azogue y San Juan del Mercado de Benavente a los que ya me he referido, y el de San Miguel del Valle por su sencillez.
En la actualidad, en la iglesia católica ha desaparecido casi del todo el uso tradicional del púlpito motivado en parte por los cambios a partir del Concilio Vaticano II. Ya no se predica ni se leen los textos bíblicos desde los púlpitos, pero ellos están ahí, en iglesias, ermitas y catedrales, para recuerdo o admiración de los visitantes, pues, por su construcción y estilo, algunos son obras artísticas, lo mismo que el resto del edificio. Otros servirán más bien para recuerdo del pasado Ellos son testigos de sermones homilías y otras prédicas. Desde ellos era desde donde el predicador, cura o fraile, subía el día de la fiesta del patrón u otra fiesta importante, a lo largo del año, para ‘echar su sermón’. Así era como se decía. También desde ellos el párroco pronunciaba su homilía dominical con la debida solemnidad Y también desde ese lugar el cura encargado de la parroquia, vestido con el roquete, dirigía el rezo del santo rosario, sino todos los días, al menos los festivos.
Ahora, como ya he dicho, lo hacen desde el altar, sirviéndose de los ambones o de atriles de madera o de metal Y todo se hace ya con menos solemnidad. Lo mismo que es menos también la participación de los fieles cristianos.
Los púlpitos de las catedrales, basílicas e iglesias románicas o góticas suelen destacar por su elegancia y belleza artística, lo mismo que el resto del edificio Y más si su construcción es de la misma época. En las catedrales era el canónigo magistral el encargado del sermón cada domingo durante la misa solemne. Solía hacerlo muy bien, pues era esa su principal función. A ello había opositado, demostrando conocimientos teóricos y prácticos de oratoria. Había sido elegido para ese cargo por sus cualidades. Y lo demostraba,
A la hora del sermón u homilía, los fieles, sentados en los bancos, o antiguamente en los reclinatorios que había en todas las iglesias, escuchaban con atención y creencia al predicador. En determinadas épocas del año los sermones versaban sobre las verdades eternas, ‘muerte juicio infierno y gloria’, o los misterios del cristianismo. El predicador, en este caso, se esforzaba mucho más, elevando su voz y utilizando un léxico específico y que pudiera impactar en los fieles. Y de hecho ocurría así. En los oyentes se mezclaba el asombro, con el temor, el respeto y otros muchos sentimientos.
También desde el púlpito el cura párroco, a la hora de la homilía, aprovechaba para dar a sus feligreses los consejos y consignas que, emanados del Evangelio, tenían que cumplir. Además, a veces aprovechaba para poner en evidencia ante todos los presentes los incumplimientos de algunos feligreses y su falta de respeto a los designios de la divinidad.
Los púlpitos son testigos de todo esto y de mucho más. Y ahí están llamando la atención a los visitantes de ermitas, iglesias y catedrales, unos por sus valores artísticos y el tipo de construcción, y todos por el recuerdo de un pasado con formas de vida y costumbres distintas a las de hoy, pero dignas de respeto y valoración.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Transformadores.




Postes con el actual transformador en medio de una calle de Sitrama de Tera.

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En Quieruelas de Vidriales el actual transformador está al lado de la iglesia.
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Torre del transformador en el antiguo molino de Brime de Urz.
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Transformador en una finca entre Granucillo y Grijalba de Vidriales.

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Transformador con nido de cigüeña junto a la carretera que hay entre Santa Cristina de Arcos de la Polvorosa.
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En Vecilla de la Polvorosa.
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En Bretocino la torre del transfromador está junto a la iglesia.
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Transformador pegado a la iglesia de La Milla de Tera.
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En una calle de Santovenia del Esla.
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Transformador a la entrada del pueblo de Ayoó de Vidriales. A su lado los postes de hormigón con el nuevo.
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El antiguo transformador de Carracedo de Vidriales está construido con piedra y adobes. A su lado el nuevo en uso.
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El de Aguilar de Tera es de ladrillo y siguen utilizádolo.
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También es de ladrillo el de Fresno de la Polvorosa y en uso.
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Esas pequeñas torres cuadradas, de no más de tres o cuatro metros de altura, que se encuentran a la entrada de los pueblos, aunque algunas también se ven en sus calles o plazas, y que hoy ya no están en uso, en general, se llaman transformadores, porque a ellas llegaba el cableado de energía eléctrica y en su interior estaban los contadores, los plomos y todo aquello necesario para controlar y distribuir desde allí dicha energía.
Algunos de estos edificios pueden tener casi 100 años, pues son, poco más o menos, los que hace que la luz eléctrica comenzó a llegar a ciudades y pueblos, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Desde entonces, hasta hoy, aún sigue todavía llegando la luz a algún pueblo, de poca población y difícil acceso, lo que es motivo de fiesta, ante hecho tan esperado y tan importante. Ya es hora de que, en pleno siglo XXI, no haya ningún pueblo sin luz y sin carretera de acceso al mismo. Todos los ciudadanos tienen lo mismos derechos.
Los transformadores nos llaman la atención por su situación y por su forma de construcción, así como por los materiales empelados en la misma, pues los hay de adobe o tapial y también de ladrillo e incluso se ven algunos de piedra, en donde esta era abundante y las casas también se construían así. Con el tejado de uralita o de teja, a una o dos aguas. Tienen una puerta no muy grande, generalmente de chapa o de madera chapeada con el grabado o dibujo de la muerte, (calavera y huesos) y la inscripción de PELIGRO. No suelen tener ventanas. Tan sólo en la parte alta de la pequeña torre hay unas aberturas necesarias para introducir los distintos tipos y grosor de los cables. El interior es un espacio abierto en cuyas paredes se colocaba el aparato llamado transformador, que da nombre al edificio y que estaba destinado a transformar una determinada tensión eléctrica alterna en otra tensión distinta, una que llega por la línea y otra que sale para servicio del pueblo y de sus habitantes. Además estaba dentro el contador de la empresa de electricidad y todo lo demás, necesario para prestar un buen servicio. Había también contadores de la luz que gastaban los vecinos y de la que gastaba el municipio en sus calles y plazas. El edificio desempeñaba fundamentalmente un servicio público.
De la atención al transformador y a los problemas que en él surgiesen, en algunos pueblos había una persona con conocimientos de electricidad, de hecho se le llamaba el electricista, que, si no profesional de oficio, la práctica le había convertido en profesional. Porque problemas con la luz los había y muy frecuentemente. Si se apagaba, o bajaba de fuerza o tensión, allí estaba el electricista a proceder a su reparación. A veces se decía que se habían fundido los plomos y era lo que él reparaba. Cuando había tormenta era frecuente la avería eléctrica y más trabajo para los electricistas.
La luz llegaba a los transformadores, desde la central, a través de cables de cobre colocados sobre postes de madera, que, aunque de calidad, frecuentemente no soportaban, ni los vientos, ni las lluvias, ni los rayos, por lo que las averías en la línea eran frecuentes.
2.- En esta comarca de Los Valles de Benavente todavía se ven los antiguos transformadores, unos a la entrada de los pueblos y sin uso, como vemos en Ayoo de Vidriales. Aquí precisamente está al lado del nuevo transformador sobre postes de hormigón, lo que hace que el contraste sea aún mayor. Otros están dentro del pueblo, como en Fresno de la Polvorosa, en donde sigue prestando servicio o casi en medio de la calle como en Aguilar de Tera. Nos llama la atención el de Bretocino situado junto a la Espadaña de la Iglesia. Pero son más los que están a las afueras de los pueblos como el de Carracedo de Vidriales o el de Santa Cristina de la Polvorosa que se encuentra en la carretera de acceso a Arcos. Aquí las cigüeñas han tomado posesión del mismo y no abandonan nunca su nido.
En algunos pueblos se sirven del edificio, en la actualidad, lo cual no es mala idea, pues, en su interior, pueden ocultar el conglomerado de hierros y cables que contiene el nuevo transformador, y evitan que éste se coloque en alguna calle o plaza sobre postes de hormigón que chocan con el entorno, como ocurre en Sitrama de Tera, San Cristóbal de Entreviñas y en otras localidades.
Algunos eran privados, pues los construían para un servicio particular, bien de una granja o finca, como se ve en el que hay cerca de Granucillo de Vidriales, o bien para el servicio de un molino, como el existente, construido de adobe, entre la ruinas del antiguo molino de Brime de Urz.
Muchos de estos edificios están hoy abandonados, con su puerta destruida y su tejado caído, lo mismo que otras muchas casas de los pueblos. En el interior de algunos anidan las aves o su tejado sirve, como hemos dicho, para que lo hagan las cigüeñas. Pero otros están en pie, al servicio del pueblo, lo mismo que las paneras u otros edificios de propiedad municipal. En ellos almacenan útiles de limpieza u otros objetos necesarios. Algunos ayuntamientos han querido mantener en pie este edificio, singular y emblemático, testigo del pasado, que desempeñaba una función de progreso y bienestar, como fue la llegada de la luz eléctrica a las casas y pueblos. Lo mismo que ocurrió con el agua, pues, aunque existían desde antiguo fuentes o pozos en casi todos los pueblos, la canalización de aguas limpias y sucias y la construcción de los depósitos se llevo a cabo muy posteriormente.
Los amigos del Patrimonio contemplan con admiración estos pequeños edificios, con esa función, y alaban la idea de algunos pueblos de mantenerlos en pie, como testigos del pasado y de una época, inicio de progreso y desarrollo. Es la única manera de que las generaciones futuras conozcan a través de su existencia, su función, su finalidad y su historia. Y también una forma de vida distinta y que ellos no conocieron ni vivieron. Esto ocurrirá, si no se destruyen, y se cuidan, asignándoles otros menesteres. Aunque sólo sea, como ocurre en Santa Cristina de la Polvorosa, para que las cigüeñas vengan al nido que construyeron ya hace muchos años, nido no muy elevado, por cierto, pues la altura de la torreta no da para más, pero que ellas han elegido y han querido que sea así, confiando en que siempre será respetado. Saben muy bien que, si se respeta su nido, se salvará y se respetará también el transformador en el que está colocado.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Confesonarios


Sillón con celosía. Iglesia de Quiruelas de Vidriales.

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Confesonario sin puerta. Iglesia de Grijalba de Vidriales.
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Bretó de la Ribera.
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San Miguel del Valle.
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Santa Colomba de las Monjas.
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Matilla de Arzón.
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Brime de Urz.

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Cualquier persona que visite el interior de una iglesia podrá ver algún confesonario, junto a los muros laterales de la misma, en el crucero o debajo del coro, lugares en los que suele estar este mueble, dentro del cual se coloca el sacerdote para oír la confesión sacramental. Se trata fundamentalmente de un asiento encerrado entre dos tableros laterales, con celosías y que tiene por delante una puerta.
El fundamento o la base bíblica de la confesión como parte del sacramento de la Penitencia está en las palabras de Cristo a sus discípulos: "A quienes remitiereis los pecados les serán remitidos y a quienes se los retuviereis, les serán retenidos" (Juan, 20,23). En el Concilio de Letrán, en el año 1215, se ordenó por parte de la iglesia a todos los fieles, en uso de razón, confesarse una vez al año. Después se fue generalizando la confesión privada. Y tras el Concilio Vaticano II (1963) se dictan nuevas normas y requisitos para la confesión pública y la absolución colectiva.
Como en la Iglesia Católica, hasta el momento actual, no basta el dolor y arrepentimiento de los pecados, sino que es necesario confesarlos al sacerdote y recibir de él la absolución, lo que posibilita también acercarse a la Eucaristía, es natural que existiesen, y existan todavía, muchos confesonarios, como quiero hacer ver aquí, aunque sean cada vez menos utilizados.
Porque los hay de las más variadas formas y tamaños, destacando incluso algunos por la calidad de la madera con la que están fabricados. Y hasta coincide que son más grandes los que hay en las iglesias de las ciudades que en las de los pueblos de menor población, e incluso se diferencian, a veces, según se trate de catedrales, colegiatas o iglesias normales dedicadas a cualquier santo, santa o virgen. Ni que el trabajo a ejercer en ellos fuese distinto según el lugar o quien lo ejerce.

Confesonario en la iglesia de Santa María del Azogue de Benevente.
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En las iglesias de los pueblos de esta comarca de Los Valles de Benavente he tenido la oportunidad de ver y comprobar lo que acabo de afirmar, la variedad de confesonarios, pues unos son simples sillones con una celosía al lado, otros, sin puerta, tienen sus tablas pintadas de colores llamativos o con otro tipo de adornos en la madera. Muchos con la cubierta terminada en forma de pirámide y coronada con una cruz. También destacan, además de por su fabricación, por el valor material de la madera empleada en ella. Y lo que no falta en ninguno de ellos es la celosía, pues es, a través de ella, cómo la mujer podía y puede confesarse. Los hombres, sin embargo, lo pueden hacer por la puerta y cara a cara con el mismo confesor. La discriminación entre los sexos es evidente, todavía no se ha llegado en la iglesia católica a la equiparación de tareas y a la igualdad en derechos y deberes entre mujeres y hombres.
Los que tienen forma de sillón con celosía posibilitaban el traslado fácil de un lugar hacia otro, lo cual se hacía y se seguirá haciendo, en ocasiones, con motivo de grandes concentraciones religiosas, como algunas peregrinaciones, romerías, u otras fiestas eclesiásticas multitudinarias. Es de suponer, además, que sean mixtos y que puedan ser utilizados, tanto por hombres y mujeres, como por niños y niñas.
Aunque el lugar de colocación de los confesonarios es el que hemos indicado, muros laterales o del crucero, en muchas iglesias están colocados en la parte de atrás y casi siempre debajo del coro, lugar éste más oscuro y recogido, y más adecuado para el silencio y la intimidad requerida entre confesor y penitente.
Da la impresión de que estos pequeños muebles, lo mismo que muchas de las imágenes y otros objetos de culto, han sido fabricados por artesanos o carpinteros locales, siendo ellos mismos los dibujantes y diseñadores. Destacan por su sencillez en la forma y decoración, muy de acuerdo con las costumbres, vida y tradiciones populares.
Antiguamente era frecuente ver a muchas personas haciendo cola ante los confesionarios, sobre todo durante la Cuaresma o días anteriores a la Pascua, fechas en las que se solían celebrar las Confesiones Generales. Y es que lo ordenado por la iglesia de "confesar y comulgar por Pascua Florida" se tomaba muy en serio. Se esperaba a que le tocase el turno a cada uno y en ocasiones se tardaba en conseguirlo, debido unas veces al penitente y otras al confesor. Era la época de la iglesia oficial confundida con el Estado y también con la sociedad y se cumplía a rajatabla con sus mandatos. Pero, en la actualidad, ya todo ha cambiado y los ciudadanos son libres para decidir sobre este y otros asuntos. La sociedad ha evolucionado y sus vivencias y creencias también, eligiendo cada uno aquellas que crea más convenientes.
A pesar de todo, ahí siguen en las iglesias los confesonarios que sorprenden a muchos de los visitantes, desconocedores algunos, incluso, de cual era y es su utilización. Admiran, no obstante su belleza y el arte, si lo tienen, y los consideran como un recuerdo y un testimonio más, de una época de tradición más religiosa, unida a una forma de vida muy distinta a la actual.