viernes, 23 de septiembre de 2011

Artesano jubilado: José Sandín, de Benavente.

José Sandín, en el taller donde trabaja, con dos iglesias, en miniatua, en sus manos.
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Algunos de los molinos de viento que ha hecho, de distintas formas y colores.
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Una de las iglesias construidas por J. Sandín con pequeños trozos de ladrillo y piedra.

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Tres aviones, uno de ellos el Concorde.

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Casa muy original, lo mismo que el molino que esta al lado.

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Varios tipos de carros y caravanas, algunos incluso con los animales que los llevan.

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Espada y puñal de madera, una de sus últimas piezas.

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También ha hecho aperos de labranza, como muchos otros artesanos jubilados.

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Su colección de boyas para pescar. Es una gran aficionado a este deporte.

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Y no faltan los palomares, contruidos por él con cierta originalidad.

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“Tengo 65 años y aunque me jubilé hace 13, de forma anticipada y no por la edad, en realidad ya había cotizado 41, lo suficiente para poder hacerlo. Además trabajé los 41 años en la misma empresa, primero, a los 15, como pinche en un almacén que tenían los dueños y después en la gasolinera Santa Elvira situada en la Avda. Federico Silva, muy cerca de la Plaza de la Soledad y del I. B. León Felipe".
Esto me dice José Sandín Cañizal, benaventano de nacimiento y de los que ha vivido y vivirá siempre en la ciudad. Han sido muy pocas las veces que ha estado fuera de la misma. Aquí cursó estudios primarios en las escuelas de San Juan. “Pocos años, dice él, pues a los 13 comencé ya a trabajar. Con lo que ganaba pude pagarme estudios nocturnos a los que asistí al menos durante dos años más. Nos daba clase un maestro que vivía en la calle ancha”.
El trabajo en la gasolinera era bastante distinto al actual. Antes no había tanto automatismo y eran los mismos empleados quienes, manguera en mano, llenaban de gasoil o gasolina los depósitos de los coches. Y si alguna vez faltaba la luz lo hacían con una bomba accionada con una manivela. Cuando les tocaba el turno, ya fuese de día o de noche, estaban saliendo y entrando del local hacia los surtidores, soportando los fríos o los calores según la época del año.
Al contar con trabajo. J. Sandín no tuvo necesidad de salir de Benavente. Pero en la década de 1950 fueron muchas las personas que tuvieron que emigrar a Europa o a otras ciudades o regiones de España. Así ocurrió con algunos de sus hermanos que se fueron a Bruselas, a Madrid etc.
Le pregunto por sus aficiones artesanas:
“Al poco tiempo de jubilarme, hace ya 13 años, me senté aquí (señala un taburete que hay en el local donde nos encontramos, frente a una mesa de carpintero) y me puse a hacer cosas con madera. Nunca había visto nada de esto, ni había pensado en hacerlo, pero me aficioné rápidamente. Y con ello he pasado muy buenos ratos”.
Parece ser que tuvo un hermano que fue carpintero, pero lo vio poco tiempo trabajar en casa, pues se fue para Madrid siendo muy joven. Algo pudo influir en esta su afición, y dedicación de jubilado, a manejar y hacer objetos o piezas de madera.
Me cuenta también que tampoco ha asistido a curso alguno de manualidades. Pero lo que sí ha visitado son las exposiciones sobre Artesanía de Jubilados que, organizadas por el CEB “Ledo del Pozo” se han realizado durante los cuatro años anteriores:
“Si le digo la verdad esto es con lo que más he aprendido (al ver las exposiciones y leer el catálogo) Me han gustado mucho y he visto cosas muy buenas. Ya me gustaría a mí saber o poder hacer algunas de ellas”.
Le comento que las exposiciones, como los libros, tienen un fin didáctico e instructivo y luego cada persona, artista o artesano, tiene sus ideas y su imaginación, e incluso sus cualidades para realizar las cosas. Por eso son distintas, pero las de todos merecen igual atención y respeto.
La madera es el principal y casi único material que ha utilizado en sus trabajos artesanos. Tan sólo hizo con cartón un molino circular y dos palomares. Y luego las dos iglesias, a las que luego me referiré, que son de trozos de ladrillo pegados.
Comenzó con los aperos y útiles de labranza, como muchos jubilados, después siguió con carros y carretillas de mano de diverso tamaño. Tiene también dos caravanas que nos llaman la atención, dos carros de cuadrigas, y tres aviones, uno de ellos el Concorde que le gusta mucho.
Por otra parte hay que destacar los palomares, también de madera, un tanto originales en cuanto a su construcción. Los tiene circulares y cuadrados. Me comenta que revocó las paredes de uno de estos, concretamente el de cuatro plantas, con yeso mezclado con serrín de lijadora para conseguir con ello un color más parecido al barro.
Tiene también varios molinos de viento que ha hecho, como lo demás, a su modo y de acuerdo con imágenes que él pudo ver en el pasado en algún lugar o en algún medio informativo escrito o visual. Porque él, cuando trabaja, no ha tenido ni tiene delante ningún modelo, ni sigue ninguna línea predeterminada. Tan sólo ocurre esto con las dos iglesias que luego me enseña. Dice que para construirlas ha comprado los trozos de ladrillo o piedra, ya preparados, que se venden en bolsas y que dentro de ellas viene un plano o dibujo de las mismas. Lo único que ha tenido que hacer es ir pegando con paciencia, y del mejor modo posible, las pequeñas piezas de paredes y tejados hasta terminar el edificio.
J. Sandín vive en la calle La Sinoga, aunque su cochera, que le sirve también de taller, está en la calle Estameñas. Allí tiene su banco de carpintero con tornillo, torno y muchas herramientas, unas eléctricas: taladros de pie y de mano, cepillo, lijadora, etc; y otras manuales: serruchos, gubias, escofinas etc. como las que suelen utilizar los carpinteros.
“Casi todos los días me paso algunas horas aquí en el taller, incluso algún domingo o día festivo. Un rato por la mañana, antes de salir a dar un paseo y ver a los amigos, y luego algo más de tiempo por la tarde. Pero sin dejar de salir siempre que puedo, porque andar me gusta y además debo hacerlo por motivos de salud”.
También le gusta leer y lo hace casi todos los días. Es forofo de la novela negra y de las de aventuras. Me dice que tiene novelas de Agatha Christie, y muchas obras de Alberto Vázquez Figueroa, que le encandila. Con todo esto, cualquier jubilado, lo mismo que él, puede estar bien entretenido y en actividad. Y es que está haciendo lo que le agrada y le entretiene, disfrutando como nadie.
Solamente sus amigos conocen y han visto los objetos que tiene, algunos de los cuales ha expuesto en Miles de la Polvorosa, el pueblo de su mujer, cuando se celebró la fiesta de San Miguel. Y no tiene inconveniente en enseñárselos a aquellas personas que estén interesadas en verlos.
Es muy aficionado a la pesca y forma parte de la directiva de una Asociación de Pescadores Jubilados, recientemente creada en Benavente. Cada poco tiempo organizan algún viaje para ir a pescar a los ríos o embalses de la comarca. Hacen concursos de pesca, con entrega de premios a los ganadores, y concluyen el día con una comida o merienda, un buen momento para la convivencia entre todos.
Estamos ante un jubilado que ha sabido y sabe emplear bien su tiempo. Está entretenido, se lo pasa bien y aprende cada día nuevas cosas, a través de sus experiencias. Pero no deja ni un solo día de pasear, y ver a su amigos, para charlar y degustar con ellos algún vino en los bares de la zona en la que vive.