sábado, 17 de marzo de 2012

Artesano jubiado: Avelino Gutiérrez, de San Pedro de la Viña.

Avelino contemplando una parte de las muchas piezas u objetos que, principalmente con ayuda de su navaja, ha realizado.
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Platos y fuente, también de madera, y decorados a su modo.
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Cucharas, tenedores y algunos morteros.
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Cajitas, a modo de joyeros, palilleros y otros objetos.
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También realizó, en madera y con su navaja, algunos de los animales que él veía en el campo o en su propia casa: cerdo, liebre y conejo, tortuga, etc.
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Incluso el carro con el yugo colocado sobre las vacas, y la cama en la que dormía cada día.
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Cajitas, pequeños platos, y otros objetos, en madera, como los que se utilizaban en la casa.
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Varios morteros y cucharas.
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Avelino y su mujer Aurelia se esmeran en enseñarnos, y hablar sobre las cosas que él ha hecho.
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Componer versos es otra de sus aficiones de jubilado.
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Con sus versos ha participado en concursos, y por ello ha recibido algún premio y diplomas.
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Gran parte de sus poesías están dedicadas a Aurelia, su mujer.
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“Casi no fui a la escuela, pues a los 10 años ya estaba de pastor, guardando ovejas de gente del pueblo. Y así estuve hasta los 15. Me daban un real al mes por cada oveja que cuidaba. Al dejar este trabajo, me puse a cavar viñas y eran 3 pesetas mi sueldo. A veces trabajaba hasta descalzo. No se me olvida nunca. Había mucha miseria y muchas necesidades”.

Es lo primero que me cuenta Avelino Gutiérrez Ferreras cuando lo veo y le pregunto por su vida y sus aficiones de jubilado. Tiene 85 años y vive en San Pedro de la Viña, su querido pueblo, con su mujer Aurelia Lobo Delgado, también ya mayor, pues cuenta ya con 83. No tienen hijos.

Avelino es un hombre amable y afable, que ha trabajado y luchado mucho a lo largo de su vida, pues, además de pastor, cuando tenía 18 años se hizo zapatero remendón y confeccionaba también zapatos, botas para el campo, y arreos para la labranza. Pero llegó un momento en que de la zapatería obtenía pocas ganancias y se dedicó del todo a la agricultura y sobre todo a los productos de la huerta: a plantar semilleros, como muchos otros del pueblo, y venderlos. Pero también con ellos obtenían en sus tierras buenos productos hortícolas: pimientos, tomates, cebollas, berza, etc.

Se consideraba y sigue considerándose un vendedor de primera, por lo pronto que vendía sus productos, pues, aunque fuesen caros, eran buenos. Acudía a los mercados de Benavente, La Bañeza y Santa María del Páramo, pueblos en los que era conocido y apreciado por todos. Ahora, después de jubilarse a los 65 años, apenas sale del pueblo. Pero conoce bien Benavente, Pobladura del Valle (el pueblo de su padre) y Morales del Rey (de donde era su abuelo). También estuvo en Sanabria, Astorga y poco más. Y, como no fue a la mili, pues se libró por ser su padre mayor de edad y tener que atender a la familia, el ámbito geográfico de su vivir, no es muy amplio, pero sí es muy profundo.

Al jubilarse, y como entretenimiento, quiso reflejar en madera muchos de aquellos objetos, útiles, animales, etc. con los que convivía diariamente y, navaja en mano, junto con otras herramientas también manuales: hacha, serrucho, azuela, escofina y pocas más, comenzó a hacer cucharas, tenedores y paletas, platos, morteros, cazos y vasos, etc. ; también aves del corral: pollos, gallinas, cerdos, etc. y otros animales como tortugas, perros, gatos, conejos, etc.; no se olvidó de algunos juegos y otros objetos de entretenimiento como castañuelas, etc., ni de los bastones y cachas.

Y todo con maderas a su alcance, sobre todo el chopo, aunque también haya utilizado el castaño, el pino, y la encina.

Tiene un tornillo que le regalaron con el que sujeta las piezas cuando está trabajando. Pero todo ello, hecho de forma artesanal y manual, destaca precisamente por su sencillez y naturalidad.

Su mujer Aurelia dice: “Todo lo hacía y hace para entretenerse y como va tanto al campo, coge cualquier madera y se pone a hacer lo que le parece. Y luego regala las cosas, porque para qué lo quiere, si ya tiene muchas”.

Observo que, en ocasiones, Avelino, al contarme algo de su vida y de lo que hace, utiliza versos, se sirve de versos, de fácil rima. Y es que, según me dice después, ésta es su mayor vocación y también entretenimiento: hacer versos, poesías. Y no solamente desde que se jubiló, sino incluso desde mucho antes.

La mayor parte de ellas están relacionadas con su propia vida, la vida con su mujer y la vida de sus padres y hermanos. También las tiene sobre su pueblo, al que ensalza mucho, hasta el punto de afirmar que es el mejor del mundo, al menos de su mundo. Y sobre la naturaleza que le rodea, el arroyo, la vega, el monte, etc.

Tiene poesías concretas sobre algunos lugares del pueblo: la fuente Vieja, La Poza, La Iglesia, etc. Y algunas, de triste recuerdo, relacionadas con la guerra civil o mejor, con la posguerra, pues están dedicadas a aquellos que fueron asesinados en su pueblo o los pueblos próximos. Me dice que cuando se enteraba de que habían matado a alguien se ponía a hacerle o dedicarle una poesía.

Avelino, a pesar de su edad, goza de una gran memoria, capaz de recordar toda su vida, desde la más tierna infancia. Lo demuestra en el momento presente recitando versos, que nos hacen ver las dificultades y necesidades por las que atravesó en aquellos años. “Lo mío es la poesía, dice, aunque a veces pienso, que no sirve para nada”.

Le digo que sí, pues le completa y satisface personalmente. Y también a otras personas, empezando por su mujer Aurelia que lee y escucha atentamente todo lo que él dice y cómo lo dice. Además cuenta ya con algunos diplomas de la Diputación de Zamora y del Ayuntamiento de Santibáñez de Vidriales por haber participado en certámenes populares.

Tiene allí un libro-recopilación, encuadernado, que previamente le revisó y corrigió un amigo. Y muchos cuadernos, con pasta azul, llenos de poesías de los más variados temas Todos escritos por él, a mano, y sin corregir. Porque él, según dice, escribe mal y de ortografía no entiende “Es lo que pasa por ser de familia pobre y casi no haber ido a la escuela”, repite de nuevo.

Para Avelino la vida ha sido un aprendizaje y ha pasado casi toda ella en su pueblo, con viajes a otras localidades del entorno. Pero tiene una gran experiencia y goza de una memoria prodigiosa, que le capacita para muchas cosas.

Me enseña, por último, uno de sus cuadernos con versos y dice que allí tiene escrita una novela, dedicada a un pueblo (hoy ya despoblado), muy próximo a San Pedro de la Viña, llamado Huerga de Villares. La protagonista es una pastorcita que vivía allí y de la que se enamora un pastor, pero ella no le hace no caso, pues quería casarse con alguien de más categoría. Pero al final se casó con el primero que llegó y le resultó tan mal que tuvo que acudir al pastor que había menospreciado.

Los versos dicen así:

Una mañana de Mayo / cuando pastorcito era / llevé el ganado a pastar / a los corrales de Huerga. / Me dijeron que allí había / una pastora muy bella...

Y así continúa su novela a lo largo de varias páginas.

Avelino ha querido reflejar en sus objetos de madera diversos momentos de su vida y de sus afanes. Para todo lo inmaterial y espiritual ha preferido los versos que le llenan y satisfacen plenamente.