domingo, 4 de marzo de 2012

Artesano jubilado: Maximino Santiago, de San Martín de Tábara, y sus romanas.

Maximino está diciendo que el carro lo hizo con un tronco de madera, de encina joven, como el que tiene en su mano derecha.
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Este es el carro que nos mostraba anteriormente.
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Otro de sus carros de par, pintado y con el yugo colocado en su lugar, aunque sin vacas o bueyes.
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También nos enseña una aventadora.
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Y, por supuesto, algunas de las romanas, de pequeño tamaño, que ha hecho.....
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Y con las que se pesa de igual modo que si fuesen de mayor tamaño.
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Además de pequeños escaños también tiene por allí varios banquillos.
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La escuela, que él recuerda, es uno de sus últimos trabajos.
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En la escuela no faltan las pizarras, a las que él denomina antiguas calculadoras.
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También tiene algunos cuadros, como este, realizados con una técnica a modo de taracea. Representa la casa en la que vive en el pueblo.
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Maximino, además de estos instrumentos para pesar, las romanas, de pequeño tamaño y hechos a escala, nos enseña, en su casa del pueblo de san Martín de Tábara, objetos o útiles elaborados con hierro, madera y otros materiales, al tiempo que nos cuenta cosas sobre su vida y sobre sus aficiones de jubilado.

Nació en Ferreruela, pero siendo muy pequeño, tendría uno o dos años, sus padres se trasladaron a vivir a Faramontanos y aquí pasó nada menos que 32. Ahora, ya jubilado, tiene su residencia en Valladolid, ciudad en la que desempeñó su oficio los últimos años, no sin antes haber estado trabajando en otros lugares de España y de Europa.

Con frecuencia viene al pueblo con su mujer, porque, a juzgar por lo que dice, es donde mejor se lo pasa: “Solíamos venir en abril o mayo y estábamos hasta septiembre u octubre, pero últimamente estamos menos tiempo. Y todo por causa de la salud y la atención sanitaria: que si visitas al médico, que si tenemos que someteros a alguna operación como me va a ocurrir a mí dentro de poco tiempo, que si los viajes… Pero yo, aunque tenga que irme volveré, porque, si le digo la verdad, soy más de pueblo que las amapolas. Oiga, diga usted que los médicos receten inyecciones de pueblo, sobre todo a mi que las recibiría con gusto”.

La verdad es que se le nota feliz, al menos cuando lo vemos. Estaba en un local de su casa, que hace de taller y que da a un patio en el que hay trozos de madera de encina y de otros árboles, y no faltan las flores, ni un árbol con una gran copa que le proporciona sombra y frescor.

Por lo que me cuenta veo que quiere disfrutar ahora de tranquilidad y hacer lo que le gusta, porque han sido muchos los trajines a lo largo de su vida activa.

“Yo apenas estudié. Ha sido esto una cosa pendiente de realizar, incluso en el pueblo cuando era niño, pues desde los 12 o 13 años estuve de cabrero, y hasta los 22. Después durante 10 años formé parte de la orquesta Los Chifleros, junto con mi padre y mis hermanos, uno de ellos Anico, (sobre él hemos escribí no hace mucho en este blog). Yo tocaba el saxofón alto. Acudíamos a casi todos los pueblos de esta comarca y de otras”.

Pero las cosas no iban del todo bien y en el año 1964 se fue a Zumárraga (San Sebastián) a trabajar en la empresa Esteban Orbegozo haciendo galvanizados, tubos y otras piezas de fontanería. Pocos años después, (hacia 1971 o 1972) emigramos a Alemania: Estuve primero en Linervul (en esta ciudad, dice, cogieron a uno de los nazis) y trabajé en una fábrica de bombas sumergibles y después en otras localidades. Total 7 años”

Pero Maximino reconoce que en Alemania fue donde se le presentó la oportunidad de aprender un oficio y la aprovechó. Para ello tuvo que ir a Bonn a pasar un examen que aprobó y le mandaron a estudiar a Dortmund. “Recuerdo que residíamos en un hotel con gastos pagos y asistíamos a clases para aprender el manejo del torno y la fresadora. Y en esto conseguí cierta especialización”.

En 1982, con el oficio aprendido, regresa a España, concretamente a Valladolid, y trabaja en Talleres Tuma. A los pocos años la empresa fracasa y los trabajadores cogemos el taller por nuestra cuenta con el nombre de Talleres Cume: “Mi trabajo era con el torno principalmente, un torno de cuatro carros. Fabricábamos el plato de presión de los coches (me enseña uno que tenía por allí). Los últimos 6 o 7 años estuve en control de calidad”

Por diversos motivos estuvo en el paro dos años y al finalizar este tiempo, se jubiló con 64, pues había cotizado lo suficiente para poder hacerlo.

Su afición por la artesanía, aunque empezó en Valladolid con los pequeños carros o y aperos de labranza, se ha completado en el pueblo de san Martín con las romanas y otros útiles de hierro y madera.

“Resulta que en Valladolid vi expuesto un carro pequeño de madera, tomé las medidas y como yo sabía dibujo industrial (lo aprendí en Alemania), los hice a escala 1/5”.

Tiene por allí tres o cuatro, (ha hecho muchos más) y, a continuación, coge en sus manos uno de ellos y dice: “Mire, este es de los que más me gusta. Está hecho todo él con la misma madera de carrasco (encina joven)”. Efectivamente, se le ve con igual aspecto en cuanto al color y la calidad.

“Y los aparejos de latón, los tornillos y tuercas, lo mismo que la escuadra y demás adornos que tiene también son obra mía”.

Respecto a las romanas me cuenta que, estando en el pueblo, conoció a Folgado, un famoso romanero de Olmillos de Castro, por cierto muy amigo de su padre, vio sus romanas y quiso imitarle haciendo, en pequeño tamaño y también a escala, las que él hacía de tamaño normal y para la venta. Por allí tiene varias que nos llaman la atención por lo bien que están confeccionadas en todas sus partes y detalles. Y además sirven para pesar pequeñas cosas como hemos comprobado.

Maximino tiene hechas otras pequeñas piezas u objetos de madera, unas para la cocina: un escaño, banquillas, taburetes, mesa y cajón, etc.; otras para el campo: carretilla, yugos, arados romanos y de reja, un gadaño (guadaña), el trillo, etc. Y además una aventadora pintada de verde y decorada con aves diversas en la que, para el bombo, se sirvió de un bote de alubias…

También ha hecho cuadros, unos utilizando la técnica de la taracea y otros simplemente con trozos de papel de distintas formas y colores.

“Ahora estoy haciendo una escuela como yo la recuerdo de niño, con pupitres, mesa del maestro y todo lo demás que había en el local y en sus paredes”.

Aunque todavía no la ha terminado por allí se ve el mapa, libros (a uno lo llama la enciclopedia), el crucifijo, una foto de Franco (ha pegado un sello de correos), pizarras (las nombra como antiguas calculadoras y dice que están hechas con pizarra de Aliste), etc. Todo un mundo de recuerdos y cosas que vivió de niño.

Maximino no sólo maneja el hierro por oficio y profesión, sino que también se sirve para sus trabajos de alambres y de latón y, por supuesto, de la madera “entre más dura, mejor”, comenta él.

En Valladolid tiene el taller, con torno, la máquina de soldar, etc. y la mayor parte de sus herramientas. Y en el pueblo, aunque no tiene torno, realiza con el taladro algunas de sus funciones. También dispone de herramientas, algunas en abundancia, que vemos por allí: limas, tenacillas, más de 300 brocas, algunas gubias que hace él mismo, sierras, azuelas, etc.

Dedica mucho tiempo a sus aficiones y trabajos. Un mes o más tardó en hacer su carro favorito. Y es que si no le sale bien una pieza se pone a hacer otra de nuevo. Lo mismo le pasa con las romanas. Además en el pueblo hace también de fontanero, electricista o lo que haga falta para algunos de los vecinos, que se lo piden. Pero, como se levanta muy temprano dice que tiene tiempo para todo a lo largo del día, incluso para pasar algunos ratos en el bar y dormir una buena siesta.

Ha participado en las exposiciones de artesanos que se celebran todos los años en la comarca, las últimas tuvieron lugar en Mahíde, Nuez de Aliste, y Pino del Oro. Por eso le conocen en toda la zona. Saben todos quién es y lo que hace.