viernes, 1 de junio de 2012

Artesano jubilado: Manuel Díaz Romo, de Benavente.



Manuel junto a un reloj de pared hecho por él.
            Hace ya 40 años que Manuel Díaz viene con frecuencia a Benavente. Y si antes, cuando estaba en activo, lo hacía sobre todo en vacaciones, ahora, desde que se jubiló, lo hace más veces a lo largo del año. Pero él es madrileño desde siempre, pues allí nació, ha vivido y seguirá viviendo. Y allí reside casi toda su familia, hijos y nietos. Lo de Benavente tienen que ver más con su mujer Carmen, que tiene dos hermanas residiendo desde hace mucho tiempo en esta ciudad, aunque todas ellas procedan de la provincia de Burgos. Está visto que lo de estar cerca de la familia es un atractivo más en la vida.
Lo cierto es que, para Manuel y Carmen, Benavente es como su segunda ciudad y más desde que compraron un piso en la calle Maragatos en el que viven y en donde él trabaja, en sus aficiones, cuando se encuentra por aquí.
Además se da la coincidencia de que era aficionado a la pesca y en ello se pasaba buenos ratos, pues por estas tierras, antes, además de contar con los ríos, había en ellos abundancia y variedad de peces.
Ahora ya no es así y al jubilarse o prejubilarse (lo hizo a los 62 años), ha buscado y vivido enfrascado en otra afición que le llena y satisface, la marquetería: “Asistí a un curso que se impartía en un Centro de Mayores, de la Tercera Edad, en el barrio de Hortaleza en Madrid, muy cerca de donde yo vivo. Aquí me enseñaron a diseñar y confeccionar este tipo de trabajos que hago. Y con ello me paso gran parte del tiempo”.

Tiene tan sólo estudios primarios, pues se puso a trabajar muy pronto. Cuando cumplió los trece estuvo un año en la hostelería y a los catorce se colocó ya en una  imprenta hasta la jubilación. Sabe también muy bien lo que se refiere a la edición de libros, pero ahora le interesa más esto que trae entre manos: hacer piezas variadas de marquetería.
En su familia nadie se dedica o dedicó a ello, aunque él tuvo un amigo carpintero con el que pasó muchos ratos viéndole trabajar en el oficio y que le animó, en muchas ocasiones, a hacer cosas de este tipo, pues veía que se me daban bien.
En su trabajo se sirve de materiales diversos, según las piezas que quiera confeccionar: De madera de abedul, (que compra en un almacén de Madrid) ha hecho un revistero, costurero, atril de mesa, y algunos relojes, entre otras. (Esta madera le da posibilidades de hacer piezas pequeñas y bien trabajadas); Con metacrilato o acetatos tiene un tarjetero, relojes, etc.; y con carey ha hecho relojes, un sillón, un servilletero, cruces, peinetas, etc.; Tiene también algunas con madera y aluminio, como los portarretratos.  
Manuel con su mujer Cármen en su casa de Benavente.

Lo cierto es que a variedad de materiales, variedad  de piezas. De ahí que nos sorprendan las que tiene en su casa de Benavente, aunque el grueso de ellas, y las de mayor tamaño, me dice que están en su casa de Madrid. Algunas las pudimos ver en la II Exposición de Artesanos Jubilados que se celebró en el año 2007, en el mes de Septiembre, durante la FEMAG (Feria de Maquinaria Agrícola y Ganadera) de Benavente. 
Le pregunto por el tiempo que ha dedicado a cada pieza, o al menos a alguna de las piezas, y no puede precisar: “El tiempo es indefinido, me dice, pues puedo emplear el que quiera en casi todas ellas, ya que se trata de trabajos delicados que se pueden hacer con mayor o menor perfección.”.
Así hacen los artistas, y también se advierte en los artesanos jubilados. No necesitan contar el tiempo empleado, siempre que la obra lo requiera para su mayor perfección. Y siempre que ellos se sientan bien y lo pasen bien realizando sus trabajos, en los que no falta la originalidad y, por supuesto, la creación.
Pero su mujer, Carmen, que, como todas las mujeres de artistas y artesanos son las que mejor conocen la trayectoria de sus maridos, al tiempo que admiran sus trabajos y disfrutan con ellos, dice:
“Mire, es un hombre que tiene mucha paciencia y que trabaja mucho, yo creo que más que cuando estaba en la imprenta. Lo que pasa es que ahora hace lo que le gusta y por eso se le pasa el tiempo sin darse cuenta. Las piezas que más tiempo le han llevado son el costurero, el atril (tres meses dedicado a él) y el pavo real de madera y después pintado. También un abanico que tiene metido en una urna”.



Reloj de madera sin pintar.

Reloj de metacrilato.
Un revistero de madera.
Tarjetero, sillón y servilletero.
Cruces y peinetas.
Abanico.
Pavo real.

Manuel dispone de la mejor y más grande habitación de su casa de Madrid como taller o lugar de trabajo. No necesita mucho espacio. Se arregla con una pequeña mesa con tablero. Sobre éste coloca el material: madera, metacrilato, carey, nácar, etc., que sostiene con su mano izquierda, al tiempo que lo corta con su mano derecha.
 Tampoco son muchas las herramientas que necesita y utiliza, pues lo hace casi todo con la segueta, (sierra de marquetería). Se sirve también de pequeñas limas, lija y luego de la pintura que él quiera o crea conveniente para las distintas piezas.
Cuando viene a Benavente trae las pequeñas herramientas y con ellas trabaja en cualquier lugar de la casa. Aquí hace, casi siempre, las piezas de menor tamaño.
            Como ocurre con casi todos los jubilados no vende las piezas. Se puede decir que todo queda en casa, en la suya, en la de sus hijos y familiares o en la de algún amigo o conocido a los que obsequia con alguna. Pero, a pesar de ello, “cada vez tenemos más, dice Carmen, y casi no tenemos espacio o un lugar adecuado en casa para colocarlas”.
            Manuel sabe también de libros, de su impresión, pues trabajó en ello toda su vida. Y tiene en su estantería muchos que pasaron por sus manos, cuando estaba en la imprenta. Es cierto que le sirven para recordar su trabajo y su vida. Pero ahora, ya jubilado y con más de 70 años, lo suyo es la marquetería desde que asistió a un curso para la Tercera Edad en un Centro Cultural de su barrio de Madrid. A ello está dedicado por afición, pero, como él dice muy bien, sin olvidar los paseos con su mujer, la charla con sus amigos y algunos viajes, pues hay tiempo para todo.