domingo, 30 de septiembre de 2012

Palomares: Exposición en Villarrín de Campos.




Sala en la que se celebra la exposición.

Un grupo de personas viendo las fotografías.
Este fin de semana, coincidiendo con las fiestas del Cristo, se puede ver en Villarrín una exposición de Fotografías sobre palomares, organizada por las Asociaciones Culturales Carpe Diem y Matías Alonso, y con la colaboración de Caja Rural de Zamora.
Los autores de las fotografías Jesús Molina Hernando y Carlos de Guzmán Mataix,  conocidos por sus trabajos, y expertos en el tema, nos mostraron bellas imágenes de estos edificios populares y tradicionales, merecedores de atención y un mayor cuidado para su conservación.
Se trata de dos personas residentes en Madrid, pero que un día, hace siete años, visitaron este pueblo, cercano a las Lagunas de Villafáfila y se enamoraron de él, según me comentan. Desde entonces para ellos ha sido el centro neurálgico de los palomares en Castilla y León. Y no sólo por la cantidad, pues llegó a tener hasta 90, sino también por la variedad de tamaños, formas y decoración. Cada vez que vienen al pueblo se topan con los palomares, que, junto con el paisaje, les ofrecen distintas y bellas imágenes, según la época o estación del año, según las tareas que se realicen en el campo, o según las condiciones atmosféricas: cielo nublado, con lluvia o nieve, etc. El disparador de su cámara está preparado en cada momento.


Uno de los palomares reflejado en la laguna.
Palomar circular en medio de un terreno sembrado.
Cuadrado, con patio interior y adornado con pequeños pináculos.
De tapial con cenefa de ladrillo sobre las paredes.
Pequeño palomar cerca de un árbol con flores.
Cuadrado, con tres tejados y troneras. Necesitado de restauración y limpieza en su entorno.
Rebaño pasando junto a un palomar con tejado hacia el este.
Palomar en ruinas y rodeado de maleza.
También en ruinas, con paisaje de nubes.

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Sin duda alguna los autores, además de fotógrafos, por afición o profesión, se nos muestran amantes y amigos del patrimonio, y defensores del mismo, aunque solamente lo hagan a través de abundantes imágenes de palomares, edificios singulares y únicos, pues no existen en todas las regiones de España, al menos en la forma y tipo de construcción como los que hay por estas tierras.  Y es que en sus imágenes han acertado en la elección del paisaje y lugar, estado del edificio, momento atmosférico y entorno del mismo.
En la exposición, más de 60 fotografías, hemos visto no sólo palomares de Villarrín y pueblos próximos, sino también de otros lugares de España, sobre todo de Castilla y León y Aragón.   Palomares  en tierras llanas y también de montaña, palomares en valles y cerca de los ríos, etc. Y en cuanto a la forma: cuadrados, rectangulares, circulares y en forma de torre, unos con patio interior y otros sin patio; construidos con adobe, tierra de tapial, ladrillo o piedra, y con adornos variados en su tejado.
Han elegido, entre el abundante material de que disponen, aquellas fotografías con más impacto y que más y mejor pueden ser admiradas por los visitantes, al destacar  por su luz y color, en medio del paisaje.














Sería deseable que este tipo de exposiciones se repitiera con frecuencia por estas tierras, tan ricas en patrimonio natural, popular y tradicional, pero con frecuencia olvidadas por muchos. Y es que no han tenido la oportunidad de viajar, ni de pasar o pasear por estos campos, pueblos y ciudades, que siempre tienen algo que ofrecer a los visitantes. Ojalá que muchas otras personas, de cualquier lugar o procedencia, hagan y puedan decir lo mismo que me decían Jesús Molina y Carlos de Guzmán “cuando salimos de Madrid y no tenemos otro lugar elegido para viajar, nos acercamos a Villarrín de Campos, porque siempre podemos irnos con nuevas sensacionesy también con bellas imágenes de sus palomares y de su paisaje”.


jueves, 27 de septiembre de 2012

Depósitos de agua.

                                                       

            Me refiero aquí a las construcciones para almacenar el agua, que existen y que vemos, incluso desde lejos, al acercarnos a casi todos los pueblos de nuestra  provincia y por supuesto de esta comarca, al menos los de menor población. Esta agua almacenada, debidamente tratada, es utilizada por los vecinos para el consumo y demás necesidades domésticas. Las ciudades más importantes desde el punto de vista urbanístico, y sobre todo por su población, necesitan otras infraestructuras para el almacenamiento y posterior distribución. Pero en gran parte de los pueblos estos pequeños depósitos han sido y son suficientes para almacenar el agua que necesitan.
            Comenzaron a construirse en las ciudades mucho antes que en los pueblos. Las necesidades lo exigieron. Ya a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, se emprenden obras de este tipo. Concretamente el depósito de Benavente, que se eleva sobre el paseo de la Mota fue proyectado por el arquitecto D. Santiago Madrigal Rodríguez en los años 20 del pasado siglo, siendo Alcalde D. Toribio Mayo. Hoy la ciudad dispone ya de otros depósitos distintos y de mayor capacidad, necesarios por el aumento de población.
Antiguo depósito de agua en Benavente.

No ha ocurrido así en localidades más pequeñas. En estas las obras de saneamiento, con el agua corriente y canalización de aguas sucias, no llegaron hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. Y en algunos lugares incluso a finales del mismo. Cuando esto ocurrió y fue necesario, se construyeron los primeros depósitos, a los que nos estamos refiriendo.
            A los amigos del Patrimonio nos llaman la atención estos depósitos por sus formas y también colores, pero sobre todo por su situación o lugar de emplazamiento, que casi siempre es en el lugar más alto o elevado del pueblo, por la necesidad de que el agua llegue a las casas con la debida fuerza. Pero encontramos también depósitos al lado de las iglesias, muy cerca de sus torres o espadañas, como compitiendo con ellas en altura y en antigüedad, arquitectura o belleza; otros, junto a murallas o castillos, ofreciéndonos un gran contraste el material de su construcción con las piedras de sillería o mampostería de esas murallas o castillos; vemos depósitos en medio de un paisaje de bodegas, como que el vino necesitase del agua y que esta se utilizase para algo más que para el lavado de las pipas, cubas o tinos; los hay en lugares que fueron antiguos castros, sabedores sus constructores de que aquellos pueblos castreños elegían para vivir esos lugar elevados y colocándose, posteriormente, junto a ellos, como compitiendo también en altura, las modernas antenas de telefonía; otros están al lado de las carreteras o caminos, o no lejos de los ríos, como puestos allí para llamar la atención; los hay incluso en medio de las calles, en algunos pueblos, menos mal que, por su anchura, no impiden el paso de ciudadanos ni la circulación de vehículos; o en el centro de las plazas, o junto a casas que por su construcción denotan cierta antigüedad, lo que hace que el contraste sea mucho mayor, etc.

En Granucillo de Vidriales, el depósito está detrás de la iglesia.
En San Miguel del Valle hay un depósito en esta calle del pueblo.
En lo más alto y cerca de la iglesia en Pueblica de Valverde.
En Matilla de Arzón hay dos depósitos cerca de la ermita.
También dos, cerca de la iglesia, en San Agustín del Pozo
Este depósito se encuentra en una amplia plaza de Molezuelas de la Carballeda.
            Y respecto a las formas nos encontramos con depósitos cuadrados, tal vez sean los más antiguos. Después se construyeron circulares y gran parte de los pocos que se construyen en al actualidad tienen la forma de un cono invertido, dándonos la impresión de tratarse de un mejor trabajo arquitectónico. Porque, los más antiguos parecen construcciones  más populares, como que estuviesen hechos por albañiles de los propios pueblos y que ellos mismos los diseñasen, e hiciesen de aparejadores, arquitectos y constructores.       Prueba de ello es que algunos ya no se utilizan, por viejos y deteriorados, o por no tener la capacidad suficiente para atender a las necesidades de la población. De ahí que nos encontremos en muchos pueblos con dos depósitos, el viejo o antiguo y el nuevo. Este último en lugar distinto y más respetuoso con el entorno.
            El material empleado en su construcción suelen ser el hormigón debidamente consolidado y protegido para evitar las filtraciones y roturas. En el exterior se reviste de ladrillo, cara vista o no cara vista, o se cubre de cemento. En este último caso, en muchos pueblos han preferido pintar ese cemento de blanco o incluso de otros colores, lo que hace que aumente la vistosidad de los depósitos de agua y su contraste con lo que les rodea, gracias a la iniciativa de algunos ciudadanos. Era preferible, en algunos casos, que  dejasen  el color del cemento,  para evitarlo.
            Los depósitos que contienen el agua se apoyan en columnas o pilastras de hormigón con hierro o de hierro solamente, que también son distintas en cada uno, así como las escaleras de acceso al mismo, unas interiores, como hemos dicho, y otras exteriores, a veces de formas diversas.
            En ocasiones en la base del depósito, o al lado, hay una fuente de las de grifo, con agua del mismo, para uso de los habitantes del pueblo o para regar jardines u otros usos comunales.
            Todo lo dicho se puede ver también en pueblos de los Valles de Benavente, pues existen depósitos de agua en todos. En algunos, incluso dos, como en Santovenia del Esla, Santa Colomba de las Carabias, Bretó de la Ribera, San Cristobal de Entreviñas, Barcial del Barco, Villanueva de Azoague, etc., por citar algunos. En estos el más antiguo suele estar en el centro del pueblo, mientras que el construido posteriormente está a las afueras. Pero en gran parte de los pueblos suele haber uno solamente. Y, a veces, en el lugar más inesperado, como ocurre en Quiruelas de Vidriales, Barcial del Barco, Santa Cristina de la Polvorosa, etc. que están junto a la Iglesia; en San Miguel del Valle, nos encontramos con uno construido en medio de una calle; en Castrogonzalo se alza sobre el Gurugú, lugar de su antiguo castro, pero hasta hace poco con antenas a su lado que le superan en altura; hay uno al lado de la carretera en Santovenia del Esla; el de Calzada de Tera nos recibe a la entrada del pueblo, al comienzo de su más importante calle, seguramente calzada romana en la antigüedad; en Villanueva de Azoague cerca del río Esla, etc., etc. Ninguno de los de esta comarca supera en belleza y elegancia al de Quintana del Marco (León), aunque hubiese sido mejor haberlo construido un poco más alejado del castillo. 


En Navianos está situado en lo alto y cerca del monte.
Depósito de Milles de la Polvorosa.
Arcos de la Polvorosa. Antiguo depósito.
Nuevo depósito de Arcos de la Polvorosa.
En Mozar tienen éste, además de otro de menor tamaño.
Antiguo depósito de Villanueva de Azoague.
Nuevo depósito en Villanueva de Azoague.
Curioso y llamativo depósito de Quintana del Marco (León)
            A los amigos del Patrimonio todo esto nos llama la atención, pero somos conscientes de que, antiguamente, en su construcción, primaba más la necesidad de tener agua y servirse del agua, que otro tipo de cosas, como su forma, color, y principalmente su lugar de emplazamiento. Además, cuando se construyeron los primeros, era una época en la que el patrimonio, los bienes patrimoniales de los pueblos se valoraban muy poco, en parte porque no se conocían. Y esto, hasta muy entrada la segunda mitad del siglo XX. Incluso en algunas localidades no llegó hasta la década de los años 60-70 del mismo siglo. Hoy, sin embargo, nos da la impresión de que los que se construyen cuentan con el debido proyecto, teniendo en cuenta su altura, lugar de emplazamiento, color y, por supuesto, el  diseño y los demás requisitos arquitectónicos y patrimoniales. 























martes, 18 de septiembre de 2012

Artesano jubilado: Genaro del Hoyo, de Fuentes de Ropel.



Genaro del Hoyo en una habitación de su casa.
            El reportaje de hoy me confirma, una vez más, que Fuentes de Ropel ha sido un pueblo, no sólo importante por su historia y tradiciones, sino también por haber contado a lo largo de los años con muchas personas que ejercieron diversos oficios. Algunas  de ellas, al jubilarse, dedicaron parte de su tiempo libre a otras artesanías relacionadas o no con su antigua ocupación, que, además de servirles de entretenimiento, les llenaron de satisfacción.
            Hace años fueron varios los artesanos del pueblo a los que visité: Florencio Almanza, Arsenio Casado, Matías del Hoyo, y otros, ya fallecidos, como: Justiniano Abad y Lugérico Garzo. Sin olvidar al escultor Julio Vecino y sobre el que  realizamos  una exposición con la publicación del catálogo respectivo.
Hoy me voy a referir y recordar a Genaro del Hoyo, ya fallecido también, quien, amablemente y en la medida de lo posible, me contó un día cómo trabajaba el hueso y los cuernos, y qué tipo de objetos o piezas realizaba. Digo en la medida de lo posible, pues, al estar operado de la tráquea, tenía mucha dificultad para hablar. Pero lo hacía muy bien.
            Genaro tenía 82 años, cuando lo visité. Se jubiló a los 58, precisamente el año en que le hicieron la operación. A partir de entonces comenzó a dedicar gran parte de su tiempo a este tipo de artesanías, y con el material citado.
            Es natural de Fuentes de Ropel y aquí ha vivido siempre, primero con sus padres y luego con su propia familia, su mujer y sus seis hijos. Pero ahora estaba sólo, pues los hijos vivían fuera por su trabajo u ocupaciones, y su mujer, algo enferma e imposibilitada para valerse por si misma, estaba ingresada en una residencia de Valderas, pueblo de la provincia de León, no muy distante de Fuentes de Ropel.
            “Mi padre era pastor, me dice, y, antes de concluir los años de escuela, me llevaba consigo para ayudarle en el cuidado y atención a su rebaño. Fue entonces cuando aprendí a trabajar el hueso, pues él ya lo hacía. Y casi todo con la navaja, esta era su única herramienta.  Todavía conservo algún objeto de los que él hizo”.
            Está claro que lo que de niño o joven se aprende tarde se olvida, e incluso se realiza de nuevo, a lo largo de la vida, como ha pasado con Genaro.  
             Aunque trabajó también de pastor durante unos años, cuando se casó, se dedicó más a la agricultura hasta su jubilación anticipada. Desde este momento, como he dicho,  y, no sin luchar y superar las dificultades y vaivenes de la vida, pasó muchas horas, de muchos días, ocupado, o si se quiere, entretenido, haciendo piezas diversas, en esta afición heredada de su padre y que nunca olvidó.
            Lo primero que me enseña son unos bastones, muy elegantes, sin duda, por lo bien trabajados que están. El puño de unos, hecho de cuerno de ciervo, representa la cabeza de animales, y el de otros, con madera de encina o roble, son zapatos y botas de lujo. Todos adornados con diversos detalles que denotan exquisitez, gusto y sabiduría. Por su parte, la vara es de madera simulando bambú en alguno de ellos.
Sus dos primeras obras fueron dos grandes cuernos de madera, en cuyos extremos ha insertado la punta de los cuernos del ciervo.

Bastones y cornamentas.
Bastones con el puño en forma de zapato o bota.
Cuernos de madera con la punta de cuernos de ciervos.
El puño de estos bastones está hecho con la corrnamenta de los ciervos.

            Tiene otros muchos objetos en hueso de menor tamaño, que es lo que más ha trabajado: Agujas de ganchillo, anillos, cruces diversas en forma y tamaño, llaveros, (uno de ellos con las iniciales de su nombre y apellido), y muchos adornos para las mujeres: corazones, colgantes, mariposas, etc. Todo ello muy vistoso y llamativo, que merece ser contemplado y admirado por los demás.

Cruces diversas en la forma y el tamaño.

Adornos varios: mariposas, corazones, colgantes...

Agujas y anillos.
Anillos.
         

















   Me enseña también un cuerno de los que usaban los pastores para llevar la comida, pero no es obra suya. Lo hizo un tío de su padre y, según consta en la inscripción que figura en el mismo, tiene ya 118 años. El cuerno está totalmente lleno de grabados con figuras de animales y vegetales. En verdad es una buena pieza para un museo etnográfico. De momento él lo guardaba con esmero y cariño, a la vez que le servía  de recuerdo de sus antepasados.


Cuerno con grabados.
            Le pregunto por la forma de adquirir la materia prima: “Los cuernos de los ciervos me los trae un sobrino que es forestal, los encuentra por el monte o la sierra. Y los huesos de caballo, mula o vaca, antes los cogía yo en el campo o en los vertederos, donde se tiraban animales muertos. Ahora ya no se hace, pues está todo más controlado. Utilizo los de caballo y de mula, más que los de vaca, que son de peor calidad para lo que quiero hacer”.
            En el patio de su casa tiene cornamentas de ciervo y huesos diversos, para utilizarlos cuando los necesite. Y en un local próximo, sobre una mesa parecida a la del carpintero, hay un instrumento eléctrico que utiliza para cortarlos. Con él quita lo mayor de la pieza y coge la parte que va a necesitar. Después hace todo lo demás con otro pequeño instrumento también eléctrico, y las diversas escofinas, limas y otros útiles que tiene allí en su pequeña caja de herramientas.

En el patio de su casa con algunas cormentas de ciervo, aún no trabajadas.

Caja de herramientas.
           Decora algunas de sus piezas con pequeñas piedras de colores que adquiere en el comercio o con otros materiales apropiados para ello, que les dan vistosidad. 
        Lo que hace le lleva mucho tiempo. Así ocurre a todos los artesanos, Por eso es  mayor su satisfacción. No tiene horario fijo, sino que trabaja a ratos y cuando se siente con ganas. Y es que  cualquier objeto de estos, por pequeño que sea, le ocupa “seis o siete tardes con no menos de seis o siete horas cada tarde”, me comenta.
            Genaro disfrutaba, no solo cuando se disponía a trabajar y hacer objetos con los cuernos y huesos, sino también cuando los contemplaba cada día.  Eran fruto de su trabajo y afición de jubilado y, por supuesto de su sabiduría artesana. Por eso los quería tener siempre cerca, como algo muy suyo. Como que le acompañaban en su soledad.
            Por mi parte observé que también se sentía satisfecho y feliz cuando alguien le visitaba. Enseguida les enseñaba sus obras, explicando los detalles de cada una las piezas. Con algunas de ellas participó en la Exposición de Artesanos Jubilados, que, organizada por el CEB “Ledo del Pozo” se celebró en Benavente coincidiendo con los días de la FEMAG en el año 2009.