martes, 6 de noviembre de 2012

Artesano jubilado: Camilo Arias, de Melgar de Tera.



Camilo en el local donde trabaja en sus artesanías.
            “Mire Ud., yo soy una persona que no puedo estar sin hacer algo. Y desde los 65 años en que me jubilé me entretengo, aparte de otras cosas en esto: cojo raíces de plantas y árboles, las limpio, las pinto y las coloco sobre una base o peana. También hago otros objetos, en pequeño tamaño, de madera o de otros materiales: aperos, cucharas y tenedores, cuernos, trillos, castañuelas, bastones, etc. Y todavía tengo tiempo de atender a la huerta y algunas tierras, y de cortar el pelo y afeitar a algunos de mis antiguos clientes”.
            Efectivamente, Camilo heredó de su padre el oficio de agricultor, aunque él se inclinó más por la ganadería. Fue, durante 40 años, pastor de sus propias ovejas, a las que dedicó mucho tiempo. Pero también, lo mismo que su padre, ejerció de peluquero y barbero, principalmente durante los fines de semana. Allí en una habitación que da al corral de su casa conserva un amplio espejo, el sillón y las herramientas del oficio. Y es que, para no olvidarlo, todavía lo practica con algunos antiguos clientes, amigos o conocidos del pueblo y de los pueblos limítrofes. Sobre este trabajo u oficio de peluquero me dice que, para completar sus conocimientos, hizo prácticas de aprendizaje con Jacinto, el Titi, que tenía su peluquería en Benavente en la calle Obispo Regueras, ahora de Los Herreros. Con él aprendió después su hijo Francisco Gabriel, que, aunque vive en Benavente, tiene peluquería y ejerce como tal en Camarzana de Tera.
            Camilo nació y vivió siempre en Melgar, como lo hicieron sus padres y algunos otros de sus antepasados. Tan sólo su padre fue emigrante a Cuba durante varios años, como tantos otros ciudadanos de estas tierras. Los tiempos eran muy distintos a los actuales.
Fue a la escuela desde los 6 hasta los 14 años.”Pero fíjese que cuando tenía cinco años empecé a ayudar a mi padre en la barbería. Yo daba la brocha en la barba a los hombres y luego él los afeitaba”.
            Tiene ahora casi 80 años y cuando le pregunto por esta su nueva afición me dice: “Ya le he dicho que surgió al jubilarme. Yo no tenía ni idea de estos trabajos con la madera, pues siempre me había dedicado a la ganadería y a la barbería. Comencé haciendo un portal de Belén para la chica y algunas figuras. Y después, poco a poco, vino todo lo demás”.
El trabajo en el campo y el contacto permanente con la naturaleza hace que personas como Camilo se aficionen a este tipo de cosas. Cuentan, al menos, con conocimientos prácticos, que les sirven a la hora de realizar el trabajo.
            Entre sus piezas destaca un elevado número de castañuelas, que ha hecho casi solamente a punta de navaja, de forma artesanal, y que suenan muy bien. Algunas están decoradas con pintura o relieves. Su mujer Eulalia Turiel, que pertenece a la Asociación de las Águedas, utiliza algunas de ellas cuando celebran la fiesta o con motivo de algún otro acontecimiento. 


Muchas y variadas castañuelas.
Como todas las mujeres de los artesanos jubilados, admira y valora lo que hace su marido, y se esmera en contar cosas de él. Y también de ella, que asiste a los cursos de formación sobre actividades diversas que se imparten en el ayuntamiento del pueblo. Concretamente me enseña el traje hecho por ella el año pasado para el día de las Águedas: rodao, mandil, faltriquera, dengue, lazo y pendientes. El curso de este año lo están dedicando a restaurar objetos antiguos.


Su mujer Eulalia nos enseña el traje de Aguedera
Casi todos los artesanos jubilados elaboran alguna pieza especial que los distingue de los demás y les hace originales. En Camilo son sus raíces, raíces  de árboles y plantas de diversas clases, que él coge en el campo, cuando se arrancan chopos u otro tipo de vegetación, se las lleva a casa, las prepara, limpia, y a algunas de ellas las pinta o simplemente barniza. Luego las coloca sobre un pie o peana de madera a modo de tiesto. Y sirven para adorno o decoración, como un florero.
La verdad es que nos llama la atención ver abundantes raíces por distintos lugares de su casa, semejando arbolitos secos y con variedad de formas y colores.


Raíces pintadas y sin pintar.
Una raiz pintada de blanco.
Su vida de ganadero, y también aficionado a los espectáculos taurinos, le puso en contacto con carneros, cabras toros y vacas. Y la vida en el campo con animales salvajes: ciervos, jabalís, etc. De ahí que también los cuernos de dichos animales le hayan dado pie para confeccionar piezas u objetos diversos, unos como perchas para el uso, otros simplemente como adornos sobre peanas. Ello le ha llevado a elaborar también cuernos con madera de diversas clases, además de servirse de los mismos de los animales.


También colecciona y prepara cuernos de animales y cuernos en madera.
Camilo tocando un cuerno.
Objetos como estos adornan el portalón de su casa en Melgar de Tera.
Dispone de un local para trabajar en sus artesanías y de algunas herramientas: tornillo, escofinas y taladros, hacha, serrucho y, por supuesto, navaja, que es la que le ha acompañado siempre y la que más ha utilizado, sobre todo al principio. Las castañuelas, por ejemplo, sigue haciéndolas con la navaja y se sirve de cristal para alisarlas. Y para las cachas se sirve también de ella para la vara, y del fuego para doblar el puño.
Familiares y muchos amigos lo conocen ya, pues les ha obsequiado con algún objeto, sobre todo bastones y castañuelas. Y, lo mismo que los demás artesanos jubilados, se siente satisfecho cuando  valoran lo que él hace.
Así pasa muchos momentos de su vida y de sus días Camilo, quien afirma no tener tiempo para todo, y no se explica cómo algunos jubilados se aburren. Porque “Yo me lo paso muy bien y no puedo estar sin hacer algo.”