jueves, 8 de noviembre de 2012

Recuerdos del Ayer: Viático a los enfermos y Extremaunción.




1.-El sacramento de la Extremaunción, aunque uno de los más importantes, tal vez sea el que más cambios ha sufrido en la normativa de la iglesia, en una sociedad ya no oficialmente católica. Y no sólo en cuanto al lugar en que celebraba, que solía ser la propia casa del enfermo en estado de gravedad, sino también en la forma de realizar la misma ceremonia religiosa.
Antiguamente, y dado que un gran número de personas fallecían en su propio domicilio, era allí a donde acudía el sacerdote, rodeado de toda una liturgia, para celebrar el sacramento, cosa que en la actualidad no ocurre, pues la mayor parte de la personas fallecen en los hospitales, y el sacerdote suele atender solamente a los que lo solicitan y la ceremonia, aunque con el mismo contenido, es, sin duda alguna, más breve.
El sacerdote, de forma privada, solía ir acompañado casi siempre del sacristán que llevaba el roquete y la estola para ponérselo en casa del enfermo antes de administrarle el sacramento. Llevaban también la oliera, vaso o vasos en los que se guardaban los santos óleos.
En la casa del enfermo se preparaba una mesa y sobre ella se colocaba una vela encendida y algodón en rama para las santas unciones al enfermo. No faltaba un recipiente con agua con la que el sacerdote se lavaba las manos.
El sacerdote, tras las oraciones pertinentes, procedía, con orden, a la unción del enfermo de acuerdo con el formulario en uso.

Cajita utilizada para la unción de los enfermos.

Olieras en  Iglesia Santa María del Azogue. Benavente.
Las olieras de Joarilla de las Matas (León)
Campanilla de Joarilla (León)

Campanillas de la iglesia de Sta Mª dela Azogue. Benavente.
En algunas ocasiones ocurría que la administración de la Extremaunción coincidía con el fallecimiento del enfermo. En este caso el sacerdote aprovechaba para dar el pésame a los familiares y de paso rezarle el primer responso.
   
2.- A veces se asocia este sacramento con el Viático, palabra que está relacionada con via (camino) y que era simplemente llevar la comunión a los enfermos. Se trata del sacramento de la Eucaristía cuando se administraba a los enfermos. Y es que muchos de ellos fallecían y recibían a continuación la Extremaunción. Pero el Viático se llevaba siempre a los enfermos graves que lo solicitasen, y también a otros, aunque no estuviesen en inminente peligro de muerte. Lo que sí nos llamaba la atención era el gran ceremonial con el que se realizaba, si se compara con la época actual.
El sacerdote, revestido con roquete, estola y bonete sobre la cabeza salía de la iglesia llevando sobre sus hombros el humeral con el que coge y oculta la píxide o cajita con las sagradas formas u hostias, que lleva en sus manos.

Humeral. Santa María del Azogue. Benavente.
Otros humerales de la iglesia.
Umbela. a modo de paraguas, sobre el sacerdote que llevaba el Viatico.

Cajita-píxide para llevar la comumión a los enfermos.
Interior  de la cajita-píxide.
Campanillas antiguas de la iglesia de Santa María del Azogue. Benavente.
Le acompañan el sacristán y un monaguillo, el uno con dos velas dentro de un farol con cristales para que no se apaguen, y el otro con una campanilla.
Desde la misma iglesia solían acompañarles algunas personas, aunque la mayor parte se van incorporando a la comitiva  a lo largo del recorrido hasta la casa del enfermo, al oír la campanilla que toca cada cierto tiempo. Y los que no se unen a la comitiva, pero que sí oyen la campanilla, se santiguaban, hacían una genuflexión, o incluso se arrodillaban mientras pasaba el Santísimo.
A todo esto en la casa del enfermo ya estaba preparado, a modo de altar, una mesita con un paño blanco y sobre ella un crucifijo en medio de dos velas encendidas. Sobre esta mesita el sacerdote, al llegar, colocaba los corporales y encima de ellos la píxide con las hostias sagradas. Y procedía a dar la comunión al enfermo. No faltaba tampoco un vaso de agua para ayudarle a tragar el pan consagrado, si fuera necesario.
Una vez administrado el Viático la comitiva regresaba a la iglesia de la misma manera, portando el sacerdote las hostias sobrantes (siempre solían llevar más de una) bajo el palio. E incluso se tocaba también cada poco la campanilla para advertir a los viandantes o distraídos que por allí pasaba el Santísimo.