viernes, 21 de diciembre de 2012

La España de la Hojalata. Exposición en Salamanca.



Cartel que anuncia la exposición. Hojalatero de Ciudad Rodrigo.

Durante estos días se puede ver en Salamanca, en una de las salas de la biblioteca Torrente Ballester, una exposición titulada así “La España de la Hojalata”. Y es que lo expuesto en las vitrinas son muchos y variados objetos fabricados con este material y que  se utilizaron todos ellos en la vida doméstica y cotidiana, y también en la industria sobre todo alimenticia, durante la primera mitad del siglo XX.
Los amantes del pasado, sus tradiciones y forma de vivir, disfrutarán viendo candiles y faroles, aceiteras, embudos, regaderas, medidas, lecheras, churreras, cajas de diversos tamaños y usos, etc., juguetes de los niños y las niñas, y enseres de todo tipo que abundaban y eran de uso cotidiano en todas las casas de la España de aquella época.
El artífice de todos era el hojalatero, oficio olvidado y al que se quiere rendir un homenaje con la exposición. Esto es lo que ha pretendido la familia Prados González, de Salamanca, al ceder para ello, y desinteresadamente, esta colección de su propiedad.
Candiles.
Faroles.
Regaderas y cántaras.

Herramientas del hojalatero.
Más herramientas, entre ellas la bigornia.
Y si en las vitrinas se muestran los diversos objetos, en paneles colocados en las paredes se informa sobre la historia y el origen de la hojalatería, y concretamente sobre el hojalatero y el lañador, oficios muy ligados en su vida y en su trabajo.
El hojalatero era un artesano muy conocedor su oficio, pero también de otras técnicas, como la calderería de hierro, la fontanería e incluso la cristalería. Tenía conocimientos también de geometría y dibujo y se servía de herramientas como la bigornia, tijeras, compás, punzón, uñeta, etc., para fabricar, con la hojalata, un gran número de objetos y muy variados, sobre todo de uso doméstico y cotidiano, como hemos dicho con anterioridad: faroles, candiles, cantaras, chocolateras, etc.
Oficio éste muy versátil, y por ello lo ejercía de manera ambulante, lo mismo que otros artesanos de características parecidas como los lañadores, que arreglaban objetos de cerámica rotos: lebrillos, orzas, ollas, fuentes o pucheros, etc. con una especie de grapa metálica llamada “laña”,  palabra de la que procede su nombre. Se decía que los objetos lañados duraban toda la vida y, si volvían a romperse, no era por la grieta lañada.       
Era frecuente ver a hojalateros y lañadores por lo caminos y lugares del pueblo pregonando a toda voz su trabajo, unas veces junto a quincalleros, charlatanes, afiladores, etc., y otras sentados en una esquina con el hornillo de carbón de encina, calentando sus soldadores de peña y arreglando pucheros.

Lañador reparando una sartén.
Lañador arreglando un balde.


Piezas cerámica reparadas por el lañador.
Otras piezas ya reparadas.
Un tazón reparado con las lañas o grapas.
Leznas utilizadas por el lañador.
Eran tiempos aquellos de miseria y necesidad más que de bienestar y riqueza, y cuando los objetos utilizados en la vida doméstica se deterioraban no se sustituían por otros nuevos, sino que lo normal era arreglarlos o reconstruirlos para seguir usándolos.
Por otra parte, los hojalateros a veces aprovechaban viejas latas para hacer piezas, o cualquier otra hojalata que estuviera a su alcance.
En la exposición, además de los objetos hechos por el hojalatero, había otros también fabricados con hojalata, pero de modo más industrializado y con destino y finalidad distinta. Es el caso de las latas o envases, los juguetes y los productos publicitarios.
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Los envases o latas.
La hojalata sirvió de gran utilidad y fue indispensable para la humanidad cuando se inventó la conservación de los alimentos, pues con este material se fabricaron los envases. Hojalata y alimentación son palabras que se han mantenido unidas hasta nuestros días, y seguirá siendo así mientras se sigan utilizando este tipo de envases o cajas, denominados popularmente “latas”, por estar fabricados con hojalata.

Variedad de latas en formas y tamaños, para usos diversos.

Estas cajas o latas sirvieron como contenedores de distintos productos: alimenticios, farmaceúticos, cosméticos, de costura, escolares, etc., como vemos en la exposición.
Las cajas estaban decoradas, con pintura o dibujos, y con escenas relacionadas con el producto que contenían para captar la atención de las personas. Estas mismas cajas metálicas, además de recipientes se convertían después en un bonito costurero, una caja de juguetes o incluso en un cofre para conservar recuerdos como fotos, joyas, cartas, etc.

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Los juguetes.
La resistencia, dureza y maleabilidad de la hojalata, junto con su adherencia, brillo y resistencia a la corrosión, han hecho que, desde mediados del siglo XIX, se la haya considerado una materia prima perfecta para la elaboración de juguetes. Y si en un principio se confeccionaban  a mano, por lo que se encarecían, las empresas e industrias no tardaron en adaptarse a las nuevas tecnologías, hasta conseguir una producción a gran escala y menor coste.
Por su parte los hojalateros rurales, no iban tan lejos en sus pretensiones, pero sí realizaban bonitas piezas de pequeño tamaño, como sartenes, cazuelas y otros utensilios de cocina, que reproducían el ajuar doméstico.

Juguetes de pequeño tamaño...
Algunos tienen que ver con la vida en el  hogar...
Plancha, cocina, teléfono y otros.
Tambor, pandereta....
Trenes, coches y motos eran muy frecuentes.
Los cubos con las paletas.

El comienzo de siglo XX fue un período muy fecundo en la producción de juguetes de hojalata. La creatividad de los fabricantes descansaba, no solo en perfectas miniaturas de objetos reales, sino también en la invención de nuevos juguetes de gran fantasía y con mecanismos sorprendentes y novedosos.

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La publicidad.
Al principio la hojalata iba desnuda, sin decorar, pero el descubrimiento de la litografía, que se podía aplicar también sobre este material aportó diseños vistosos sobre este material. La litografía logró transformar el mundo del arte y de los negocios en poco tiempo por sus grandes ventajas gráficas y económicas. Además contribuyó al desarrollo de los medios de comunicación, que no disponían de sistemas de reproducción fotográfica.
La litografía en colores también se pudo aplicar en las planchas de hojalata, facilitando la inclusión de otros muchos detalles. Se producían así un mayor número de piezas y más baratas.
A finales del siglo XIX la cromolitografía tuvo un papel importante con la nueva y atractiva forma de decoración y diseño de los productos publicitarios.
Se anunciaban tortas y chocolates en la mismas latas.
Y otros productos.
Con sabor y energía.
Colacao.
Abonos.
Chocolates.














La hojalata era además el soporte perfecto para soportar las inclemencias meteorológicas de la publicidad exterior. Las señales de tráfico de hoy siguen siendo chapas como antiguamente.
En la primera mitad de siglo XX abundan los anuncios de productos de alimentación: chocolates, leches condensadas, conservas o bebidas, debido al bajo nivel de vida de los españoles, que empleaban casi toda su renta en alimentarse. Son menos numerosos los anuncios de productos como automóviles, perfumes, viajes, electrodomésticos, etc., pues el publico al que se dirigían era mucho menor. 

Cajas para productos aimenticios.
(Texto e imágenes tomadas en la misma exposición).