lunes, 3 de junio de 2013

Artesano jubilado: Fidenciano Bécares, de Fresno de la Polvorosa.


Fidenciano e Isabel, su mujer, en el taller de carpintero donde trabaja.
            La madera fue siempre una materia prima, necesaria y esencial en el vivir diario, y desde la más remota antigüedad. Se utilizó siempre en la construcción de viviendas, en los muebles para las mismas y en otros muchos momentos. Los valles de Benavente y también las riberas de sus ríos están llenas de árboles, lo mismo que los montes y sierras próximos a dichos valles. Las gentes del lugar se han familiarizado con ello y algunos conocen muy bien el uso que se puede dar a la madera, teniendo siempre en cuenta su calidad y dureza.
            Todo esto puede haber contribuido a que sean tantos los que han visto en este material una válvula de escape y una atracción y entretenimiento para sus años de jubilación. Porque en muchos de los pueblos hemos encontrado personas que así lo han hecho y que se sienten muy satisfechas de ello. Lo estamos demostrando al publicar en el blog este tipo de reportajes sobre artesanía de jubilados.
            Hace tiempo estuve en Fresno de la Polvorosa, un pueblo situado entre los ríos Eria y Orbigo,  en plena vega, aunque más cerca de este último río. Aquí he visitado a Fidenciano Bécares Mielgo, que me confirma lo dicho:
            “Siempre me ha llamado la atención la madera y me ha gustado hacer cosas con ella. Pero antes de la jubilación no me fue posible, pues primero era el trabajo diario para poder vivir y sacar adelante a la familia. Pero, ahora, paso muchos ratos haciendo cosas. Y le digo la verdad, si volviera a empezar en mi vida laboral me dedicaría a ello, hubiera sido un carpintero o carretero más”. 
            Tenía 74 años cuando lo visité, y desde que se jubiló, a los 59, le había dado tiempo para hacer algunos muebles para la casa: mesas sillas, bancos, armarios; marcos para cuadros; aves; matracas, carracas; algunos aperos agrícolas en miniatura: carros, arados, yugos, y otro tipo de piezas.           

Algunos de los muebles para su casa, hechos por Fidenciano.
También ha hecho este armario.
Y varios marcos para cuadros que adornan las paredes de la casa.
Una de sus matracas.
Fiden, como le llaman todos, es natural de Fresno y desde los 14 años o incluso antes ya colaboraba en las tareas del campo, en tierras de su familia o de otros. También fue emigrante, concretamente en Alemania, durante siete años, trabajando en una fábrica de ruedas para camiones y coches. Ya en España su trabajo más prolongado (estuvo más de 20 años) fue en la desaparecida azucarera de Benavente.
            A juzgar por la perfección de algunos muebles que tiene en la galería de su casa, entre ellos un banco y algunas sillas (la mesa se la compró aparte), hubiese sido, sin duda alguna, un buen carpintero. Y también, como no por los demás objetos o piezas en miniatura que se ven por allí:
“Mire, ese cuadro del pájaro y las flores hecho con piedras pequeñas de colores y el marco de madera fue una de la primeras cosas que hice. Y ese yugo, que está en la pared es como el que llevaban los burros cuando íbamos con ellos al campo a arar u otras tareas. Y las matracas y carracas las tocábamos en la Semana Santa, cuando se celebraban las tinieblas”.  

Este es el cuadro del pájaro, hecho con piedras pequeñas de colores.
Yugos, arados y otros objetos.
Aves, carraca, matraca y un pequeño carro.


            Su mujer Isabel Salsón Martínez me cuenta más cosas de lo que hace o ha dejado de hacer su marido: “También hizo y regaló para la iglesia del pueblo un Via Crucis y dos atriles, uno de pie y otro para colocar sobre el altar. Y tenía otras piezas muy bonitas, pero cuando vienen mis  hijos, que viven en Valladolid, si les gusta alguna, se la llevan”.
            Me dice que su marido restaura algunos muebles y pone como ejemplo y me enseña una arca que tiene lleno de ropa en el pasillo de su casa. “Este arca estaba en muy mal estado y fíjese cómo lo ha dejado, limpio y como si fuese nuevo. Y no sólo por la parte exterior, sino también por el interior. Tiene ya muchos años, pero se conserva porque es de buena madera”.
       Isabel, jubilada ya de una parte de sus tareas familiares, compatibiliza lo del hogar con varias actividades manuales, después de haber aprendido asistiendo a cursos de pintura y decoración en el Ayuntamiento, organizados por la Asociación de jubilados y pensionistas de Zamora. Al tiempo que su marido me enseña sus trabajos, ella se muestra también satisfecha con lo que ha hecho, indicándome en cada caso la técnica empleada. Me enseña tejas, calabazas, una regadera y algunas telas y mantones,  todo decorado o pintado por ella. También tiene algunos cuadros al óleo o con arena. Se lamenta de que ahora ya no hacen cursos de estas cosas, sino de mantenimiento y gimnasia, a los que no asiste porque con la edad, como a todos, le van surgiendo algunos problemas de salud.

Teja pintada y decorada por Isabel
Telas decoradas también por su mujer.
Calabaza y regadera.
Jarrón y palangana.
            Fidenciano trabaja, de ordinario, en el taller de carpintero que tiene en un local que da al patio de la casa. Allí veo herramientas varias, algunas manuales: serruchos, gubias, limas, etc. Otras son o funcionan con electricidad como la que él llama caladora, que utiliza en casi todos las piezas que hace, y un cepillo eléctrico. En el centro del local está la mesa de carpintero con el tornillo fijo en la misma, que le sirve para sujetas las piezas.
            Ahora tiene entre manos un perchero y algunas otras cosas, aunque a medida que pasan los años, me dice que se siente con menos fuerzas para este trabajo, aunque lo haga por entretenimiento y distracción.

Fidenciano con el perchero en su taller de carpintero.
            Estoy seguro que seguirá con su afición a la madera y continuará elaborando, con ella y su sabiduría práctica y artesana, diversos objetos, unos útiles y prácticos, y otros simplemente bellos y que causan admiración a quienes los contemplan.
            Fidenciano y su mujer Isabel pasan en Fresno sus años de jubilados. Con sus trabajos y aficiones, que les entretienen y son de su agrado y de los demás. Viajan poco, algunos veranos van unos días a Alicante para visitar a algún familiar y con más frecuencia a Valladolid en donde trabajan y viven sus hijos. Pero con más frecuencia son estos quienes se acercan al pueblo para verlos y pasar con ellos unos días. De hecho acaba de llegar uno, a quien me presenta y me recuerda como uno de sus Profesores en el Instituto León Felipe de Benavente. Viene con sus hijos casi todos lo fines de semana y sus padres, ya abuelos, se sienten satisfechos y bien acompañados.
Y es que muchos de los que viven habitualmente en la ciudad necesitan disfrutar, de vez en cuando, de la tranquilidad que reina en las pequeñas localidades, como Fresno de la Polvorosa, un pueblo situado no lejos del río Órbigo, en medio de una rica vega, que se convierte en un vergel cuando llega la primavera.